Fue en los primeros días de enero cuando el Inegi (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) presentó una Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana que hizo que a todos se nos pusieran los pelos de punta.
Y es que, aunque algunos sectores oficiales se empeñen en negarlo, la dramática realidad es que en México la violencia crece en proporción ya no digamos geométrica sino incluso exponencial.
Los habitantes del norteño estado de Zacatecas son los que más han resentido la violencia generada por la disputa del crimen organizado en dicha entidad.
Concretamente, el municipio zacatecano de Fresnillo se presenta como la ciudad con mayor sensación de inseguridad en todo el país; tanto así que más del 97 por ciento de sus habitantes consideran que vivir allí es algo más inseguro que bailar en la cuerda floja.
Y después de Fresnillo sigue la capital de dicho estado, o sea Zacatecas en donde el 93 por ciento de sus habitantes padecen la zozobra de que pudieran ser víctimas de algún delito.
No tiene caso dar una relación pormenorizada que solamente aburriría a nuestros amigos lectores.
Baste decir que –en diciembre de 2022- a nivel nacional el 64 por ciento de los mexicanos consideró inseguro vivir en sus localidades, lo cual significa que seis de cada diez mexicanos viven presas del terror.
Viajar por las carreteras y autopistas, salir a la calle en cuando caen las primeras sombras de la noche es exponerse no solamente a un atraco, sino también a que nos despojen de algo mucho peor: La vida.
Eso sin contar con que los delincuentes que militan en las filas del crimen organizado no solamente se dedican a vender drogas, sino que extorsionan a los comerciantes cobrándoles fuertes cantidades que con conocidas como “derecho de piso”
¡Y pobres de aquellos que se nieguen a pagar el derecho de piso!
Se exponen a que les quemen sus negocios o a que, en el peor de los casos, los asesinen.
Esa es la explicación por la cual en vastos territorios de los estados de Zacatecas, Guerrero y Michoacán se está padeciendo un continuo éxodo de sus habitantes que buscan en regiones más seguras mejores oportunidades de vida.
El caso es que terribles bandas de criminales se han apoderado de más de la tercera parte del territorio nacional provocando que ciudadanos inermes padezcan una continua zozobra.
Cuando a inicios del actual sexenio el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la creación de la Guardia Nacional fueron millones los mexicanos que respiraron con alivio.
Sin embargo, muy pronto el gozo se fue al pozo al ver cómo tanto el Ejército como la Guardia Nacional resultaban impotentes ante bandas de asesinos que cuentan con armas de alto poder con las que fácilmente someten a las fuerzas del orden.
Ante todo lo anterior, resulta no sólo inexplicable sino incluso indignante que la Guardia Nacional haya recibido órdenes tajantes de enviar a seis mil de sus miembros para que custodien las estaciones del Metro de la Ciudad de México.
Con todo y que dichas estaciones contribuyen al desplazamiento de millones de ciudadanos que residen en la capital del país y zonas limítrofes, tal decisión resulta desproporcionada.
Algo tan absurdo como pretender cazar conejos a cañonazos.
Según explicaron en su día quienes tomaron dicha decisión, se tomó tal medida para evitar posibles actos de sabotaje.
Actos de sabotaje que jamás se han cometido por la sencilla razón de que no han podido ser comprobados; las fallas que han ocurrido en el Metro de la capital de la República Mexicana tienen una sola causa: Falta de mantenimiento a un sistema de transporte colectivo que ha cumplido ya medio siglo.
Así pues, concentrar seis mil elementos de la Guardia Nacional cuando solamente mil bastaban e incluso sobraban resulta una torpeza que hace que la Guardia quede reducida a la triste condición de adorno inútil.
Una torpeza que es a la vez un acto suicida puesto que, si de esos seis mil concentrados en el Metro, al menos cinco mil fuesen enviados a proteger las zonas donde los narcos tienen mayor fuerza la situación cambiaría.
¿Qué tanto ayudaría el que cinco mil efectivos de la Guardia Nacional fuesen enviados a Zacatecas, Guerrero y Michoacán? ¿Qué tanta de la tranquilidad perdida podría devolverles a los aterrorizados habitantes de Fresnillo?
Hay que pensar bien las cosas antes de tomar una decisión y no hacerlo a tontas y a locas contribuyendo a que el tejido social se deteriore cada vez con mayor rapidez.
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