“Bienaventurados los perseguidos por la causa de la justicia” Mt.5,10
Me detengo en Nicaragua. En abril de 2019, el presidente Daniel Ortega recibía con agrado la noticia del exilio del Obispo de Managua, el Monseñor Silvio José Báez. Sin embargo, la persecución a todo aquel que se atrevía a disentir no cesó. Desde junio del 2021 el dictador Daniel Ortega inició la persecución de los líderes de la oposición, incluido todo aquel que no lo alabe. Todos, absolutamente todos los candidatos de la oposición a la presidencia de la República fueron enviados a la cárcel, al igual que periodistas, activistas, líderes campesinos y empresariales que valientemente alzaron su voz. La misma suerte corrieron familiares de perseguidos para que se entregaran, así como aquellos que eran del movimiento sandinista, pero que no estaban de acuerdo con la dictadura. En esas condiciones se llevaron a cabo las elecciones de noviembre de 2021 que México avaló al reconocer que “ganó” Daniel Ortega.
El décimo octavo año del dictador Ortega inició con la expulsión de Nicaragua del nuncio apostólico y de las hermanas Misioneras de la Caridad, orden fundada por la madre Teresa. Para agosto del 2022, detuvieron al Obispo de Managua, Rolando Álvarez Lagos, de quien se apoderaron a través de un operativo que más parecía un secuestro que la ejecución de un acto judicial. Siguieron las detenciones.
¿Qué ha pasado con todos ellos? Seguramente que buenos oficios de líderes internacionales lograron que 222 fueran liberados de la cárcel, puestos en un avión y enviados a Estados Unidos. Desde luego la libertad es un gran valor, pero las condiciones bajo las que se les excarceló fueron totalmente violatorias de los derechos humanos, pues les quitaron la nacionalidad nicaragüense para poder desterrarlos como extranjeros perniciosos. ¡Volverán!
Estos 222 más uno, forman parte de una lista de verdaderos héroes de la patria nicaragüense que han demostrado más empeño y cariño a su pueblo que los que cobardemente les persiguen desde la dictadura. Serán nicaragüenses siempre, aunque la dictadura haya roto el vínculo oficial que les reconocía su nacionalidad, no romperá el vínculo espiritual y sociológico que los une con su país.
Del grupo de desterrados hubo uno que no se subió al avión. Estamos hablando del Obispo Monseñor Rolando Álvarez Lagos. Se entiende, es Obispo, no puede irse lejos de la gente a quien guía y cuida. Llevó su vocación al extremo; se quedó a sabiendas de que el dictador no tiene límites. Y así fue como procedieron:
Primero, el presidente Ortega le insultó llamándole soberbio y desquiciado para enviarlo inmediatamente después a la cárcel “La Modelo de Tipitapa”, en donde esperaría ser procesado el 15 de febrero. No fue así, porque en menos de 24 horas, en un juicio sumario y anticipado, lo declararon culpable y lo condenaron por 26 años y 4 meses de prisión.
El Juez Octavio Rothschoh leyó la sentencia que incluía el retiro de la nacionalidad nicaragüense, además de la condena por los siguientes delitos: “obstrucción de funciones agravadas”, “desacato a las autoridades”, “traición a la Patria”, “propagación de noticias falsas” (¡así se llama un delito!) y “menoscabo a la integridad nacional”.
Así están las cosas en Nicaragua. La comunidad internacional debe denunciar la injusticia que vivieron estos 222 opositores; la liberación del propio Obispo y la liberación de alrededor de cuarenta nicaragüenses más que continúan encerrados. Así lo han pedido 25 expresidentes de Iberoamérica. Tendrá que ser la comunidad internacional, además de la solidaridad que cada uno de nosotros debe expresar, porque el gobierno de México dejó de ser el líder internacional que fue durante décadas para pasar a ser un apoyador ramplón y “aspiracional” de dictaduras como las de Cuba, Nicaragua y Venezuela y, para ello, utilizan la condecoración del Águila Azteca, faltaba más.
Es inevitable pensar en México. Pero hay esperanza cuando la ciudadanía decide unirse y asistir a una manifestación que se llevará a cabo el próximo domingo 26 de febrero; hay esperanza cuando un pueblo cae en la cuenta de que el gobierno le está robando sus libertades y destruyendo la Democracia; hay esperanza cuando existen legisladores valientes que reaccionan a la alerta de la enorme injusticia y polarización de quien tiene el poder. Vendrán tiempos recios, yo lo sé, pero los verdaderos patriotas sabemos que el amor a la patria es algo más que un papel que otorga una autoridad pública o un insulto de la misma.
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