Un hombre como Agustín López Padilla y su vida cómo ha girado en torno al Derecho.
El primer Mandamiento del Abogado, según Eduardo J. Couture, textualmente, ordena lo siguiente:
“Estudia: El Derecho se transforma constantemente; si no sigues sus pasos, serás cada día un poco menos Abogado”.
Pues bien, si hubiera que presentar como modelo a un abogado que cumplió dicho Decálogo al pie de la letra, sin duda alguna, citaríamos a don Agustín López Padilla.
Considerando que, efectivamente, por ser algo vivo y actuante, el Derecho se transforma constantemente, el doctor López Padilla no solamente se dedicó a estudiarlo a fondo sino –lo más difícil– a interpretarlo, ponerlo al día y presentarlo de un modo que todos pudiésemos entenderlo.
Quienes nos hemos formado dentro de las diversas disciplinas jurídicas, sabemos muy bien cómo, hasta hace relativamente pocos años, el Derecho Fiscal era el gran desconocido.
Efectivamente, los planes de estudio disponían que se impartiese como si fuera un apéndice dentro de la asignatura de Derecho Administrativo.
Y por tratarse de un simple añadido que se estudiaba de manera rápida e incompleta al final del curso, la consecuencia fue que empezasen a escasear abogados fiscalistas.
Y de los pocos que existían su formación en materia tributaria dejaba mucho que desear.
Don Agustín López Padilla, un abogado poseído por un notable espíritu de Justicia, siempre deseó que el Derecho estuviese al servicio de las causas justas. Comprendió el problema que significaban las intricadas leyes fiscales y dedicó toda su vida a resolverlo.
Ya desde sus años mozos, allá por 1975, Don Agustín presentó como tesis profesional un trabajo que abordaba todo lo referente a la Ley del Impuesto sobre la Renta.
Una Ley que –a pesar de ser la más nombrada es también la más desconocida.
Y eso que dicha Ley es la más importante fuente de ingresos con que cuenta el Estado por ser la que abarca el mayor número de causantes.
López Padilla, doctor en Derecho Fiscal, con esa visión amplia propia del buen jurista, comprendió que una de las causas por las cuales los contribuyentes evaden impuestos es debido a la complejidad de las leyes fiscales, las cuales se presentan siempre con una terminología oscura.
Aparte de dicha complejidad, resulta imposible que el contribuyente esté al tanto de todas las disposiciones contenidas en oficios, circulares y decretos que regulan dicha materia.
Eso sin contar que, año con año, los legisladores reforman dichas leyes.
Reformas que ¡el colmo! se le dan a conocer a los contribuyentes faltando uno o dos días para que termine el año; razón por la cual resulta imposible que los causantes puedan cumplirlas de inmediato debido a que carecen del tiempo suficiente para conocerlas y analizarlas.
Es triste, pero hay que reconocerlo: Aunque el contribuyente actúe de buena fe y desee pagar sus impuestos como marca la Ley, tal parece que es el Fisco quien se encarga de ponerle obstáculos.
Don Agustín, quien siempre litigó en tribunales fiscales, decidió atacar dicho problema y fue así como, en 1981, publicó un libro titulado Exposición práctica y comentario a la Ley del Impuesto sobre la Renta (Editorial Trillas).
Una obra que fue todo un éxito, dirigida no solamente a estudiantes de Derecho, sino a todos los contribuyentes, contadores y abogados. Una obra que ejemplificó lo más posible poniendo al alcance de cualquier hijo de vecino el difícil campo del Derecho Fiscal.
Con ello, nuestro personaje no solamente realizó una valiosa aportación al campo del Derecho sino que incluso le prestó un valioso servicio al Estado.
Una obra básica para cumplir con exactitud nuestros deberes fiscales y –lo más importante– podernos defender ante los abusos de funcionarios sin escrúpulos.
A partir de entonces se delimitaron los campos: El Derecho Fiscal no sería más un apéndice del Derecho Administrativo.
Pues bien, este gran jurista partió hacia la Casa del Padre el pasado 26 de septiembre, en plena madurez y cuando aún podíamos esperar de él grandes frutos.
Un católico virtuoso, así como un mexicano ejemplar; un personaje fuera de serie puesto que fue un exitoso abogado, un brillante maestro, un esposo ejemplar y un cariñoso padre de familia.
Y no podía ser de otra manera puesto que ya su ilustre padre, don Rigoberto López Valdivia, fue también un jurista de altos vuelos.
Le sobreviven su esposa doña Patricia Barrera Rivera, así como sus seis hijos: Patricia, Agustín, Adrián, Josemaría, Álvaro y Mario.
Una familia que siempre me honró con su amistad. Una amistad que se inició hace medio siglo, en aquellos tiempos en que Paty, Agustín y quien esto escribe estudiaban en la Escuela de Derecho de la Universidad Iberomericana.
Para todos ellos, incluyendo a su mamá, doña Silvia, vaya este tributo humilde, pero sincero de cariño y admiración.
Y, por supuesto, una oración pidiéndole al Señor por su eterno descanso.
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