Hablar de educación siempre es oportuno y en México el tema en realidad no se ha abordado con la seriedad que merece y menos estos últimos cinco años. Si el tema sale en la opinión pública ha sido a causa de algún funcionario público. Recientemente, al darse a conocer que un venezolano, Sady Arturo Loaiza Escalona, ocupa el puesto de subdirector de Materiales Educativos en la Secretaría de Educación Pública. Este mismo personaje junto a su jefe directo, Marx Arriaga, firman como autores Un libro sin recetas para la maestra y el maestro“, en que recomiendan leer a Karl Marx y a Vladimir Ilich Lenin, entre otras lindezas.
Pero centrándonos de nuevo en el puesto de Materiales Educativos, hay que subrayar que es uno muy importante en la estructura de la SEP. Ahí se generan los materiales didácticos que llegan a las aulas, en especial, los libros de texto. Por ello, resulta muy extraño, por decir lo menos, que para ese puesto en particular se haya recurrido a un extranjero para ocuparlo habiendo en México cientos y quizá miles de profesionales que seguramente comparten la visión ideológica del titular del Ejecutivo. ¿En verdad fue imposible encontrar a un mexicano que quisiera encabezar la “grandeza de la transformación” que se supone se está logrando con este gobierno? ¿Hay una alianza con el régimen venezolano a espaldas del pueblo mexicano? ¿O es tan imposible de aterrizar en libros de texto funcionales el enredijo ideológico que sólo alguien ignorante de la importancia de estos en México aceptó el puesto?
Es que no se puede perder de vista que en las aulas mexicanas el libro de texto oficial tiene un papel central en la dinámica de las clases. El libro de texto oficial no sólo es el imaginario colectivo de una muestra palpable de la gratuidad de la educación, es además el “unificador” de todos los estudiantes mexicanos; incluso en la mayor parte de las escuelas particulares se usan. Y por ello, hacerlos es un reto muy grande porque implica aterrizar en actividades didácticas dosificadas lo que los planes y programas pedagógicos plantean.
En esta administración, intentaron hacerlo al revés hace dos años, cuando sin planes ni programas, y armados con gomas y lápices se reclutó “voluntarios” para borronear las palabras “neoliberales” e incorporar unas cuantas actividades nuevas sin contexto, sin dosificación y sin marco pedagógico. El fracaso fue estrepitoso, pues medio se sacaron dos libros de texto de los más de 17 y tan mal hechos que ni siquiera se enviaron a la imprenta.
Luego de eso, se convocaron reuniones con los docentes en las 32 entidades federativas, para supuestamente trabajar los planes y programas. Las reuniones fueron reportadas como confusas y porque en muchos casos el material de partida para la discusión tenía más hojas en blanco que propuestas. Lo más destacado fue la reorganización de los grados escolares en pares (1º. Y 2º; 3º. Y 4º; 5º. Y 6º.) y el establecimiento de nuevos ejes donde materias básicas como español, matemáticas y ciencias quedaban diluidas en la reorganización de “saberes”.
El último documento dado a los docentes apenas el 30 de diciembre del año pasado para que participaran en las jornadas de formación del 2 al 6 enero (les quitaron una semana de vacaciones) tiene 214 páginas para todos los grados de preescolar, primaria y secundaria —nótese que en la 142 comienzan las notas y la bibliografía, y hay un larga introducción—, cuando en el pasado los planes y programas se dedicaban, por lo menos, 100 páginas cada materia de cada uno de los grados. Quizá se busca que el documento también responda a la versión burlona de la “pobreza franciscana” que este gobierno predica (y que no cumple).
Cabe señalar que la carencia de programas detallados también ha afectado a las editoriales, porque aunque en las escuelas se cuente con el libro de texto oficial, especialmente en las privadas se ha optado por contar con otros libros que enriquecen con más ejercicios, con propuestas de actividades e incluso con más temas lo propuesto por la SEP. Hoy no se pueden generar esos materiales y tampoco los libros para secundaria (hasta hoy no existe un libro de texto único y gratuito para secundaria, los libros de texto hechos por editoriales debían aprobarse por SEP y cada estado compraba de los aprobados para distribuir a los estudiantes). Esto representa no sólo una pérdida económica para el sector editorial sino un menoscabo de las opciones educativas para los estudiantes mexicanos.
Como casi todo en este sexenio, lo que ocurrirá en las aulas especialmente al inicio del próximo año escolar donde ahora sí se supone que la Nueva Escuela Mexicana será una realidad en todas las aulas, la verdad es que sólo genera incertidumbre. Lo único que se sabe con certeza es que los personajes más destacados en este asunto en la SEP son dos declarados marxistas y que los docentes han sido convocados a una nueva jornada de capacitación la primera semana de junio de este año (luego del fiasco de la semana en enero), lo que aparentemente implicará que los niños tengan una semana de asueto (sin que sepa con certeza).
Es verdad que el rezago educativo antes del inicio de este sexenio era significativo, pero que se habían ido pasos al frente sobre todo en la carrera magisterial, sin embargo, entre el desorden generado por la pandemia y la preminencia de lo ideológico con un buen toque de ineficiencia operativa (que se agradece en este caso), los daños pintan a ser enormes y difícilmente los estamos dimensionando.
Hablar de educación siempre es oportuno, pero hablar de educación no es suficiente, tenemos que comenzar a discutir no sólo el retomar el rumbo educativo —eso hasta podría ser fácil— sino de resarcir esos daños que los seis años de este gobierno han ido dejando. Desde hoy, se debe hablar de los qué y de los cómo para no perder ni un minuto más una vez que el país se libre de este mal gobierno.
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