Estamos otro año más en el mes que festeja la amistad en todas sus variedades, aunque la predominante es la de los novios. Y como el noviazgo tiene la frescura de los inicios ofrece una inexperiencia encantadora. El primer amor, los primeros intentos para fortalecer una relación, la frescura de las primeras ilusiones, las primeras sorpresas.
La amistad abarca todas las variedades del amor. Cuando en una relación humana hay amistad, la probabilidad de la duración es prácticamente de un cien por ciento. Por ejemplo, ante el flechazo de un chico y una chica el inicio generalmente es una atracción física, biológica, estética, espiritual. Si además se trata de este fenómeno entre dos personas amigas, aunque se deteriore alguno de estos cuatro aspectos o los cuatro, la relación durará por la amistad.
Conviene no dar por supuesta la amistad y revisar: ¿la amistad caracteriza la relación con mi cónyuge? ¿Tengo verdadera amistad con mis hijos? Y como la amistad es recíproca no basta con responder afirmativamente estas preguntas, los hijos o el cónyuge también tienen que afirmarlo.
El binomio amor y amistad entre cónyuges es un binomio formidable, estabilizador.
Los rasgos de la amistad son muy amplios, pueden caber en ella todas las relaciones humanas, excepto la carnal. No sucede lo mismo con el amor humano de conyugalidad entre un hombre y una mujer que exige exclusividad, porque funda una institución indispensable, extraordinaria, ad-hoc para facilitar adecuadamente el desarrollo de la vida de toda persona desde su inicio hasta el final.
La auténtica amistad se fundamenta en el deseo y en el hecho de hacerse el bien mutuamente. Pero no el sucedáneo del bien sino el auténtico, en aquel incluso sujeto a sacrificios para multiplicar el tiempo cuando la otra persona necesita compañía o ayuda.
Como vimos, la relación de amistad requiere reciprocidad, esta es la condición fundamental. Evidentemente el apoyo de una y otra persona depende del modo de ser y de expresarse. No se reclama igualdad sino la compañía con el respeto que merece la personalidad de cada uno. Desde un punto de vista hay similitudes y desde otro, diferencias. Pero siempre interés mutuo.
Otro hecho entre los amigos es el conocimiento de las convicciones de uno y otro. Esto lleva a profundizar no sólo en el modo de ser, sino en el modo de calibrar, y a comprender y respetar esos enfoques tan profundos, tan íntimos y tan básicos para la toma de decisiones, para jerarquizar los asuntos, para elegir, para asumir compromisos.
También la veracidad es indispensable para cimentar la estabilidad en las relaciones de amistad. Ser veraz es un requisito para confiar en la relación porque se puede predecir la unidad entre los propósitos y los resultados. No hay altibajos, ni sorpresas, ni engaños, ni dobles intenciones.
Buscar el bien para el otro es una buena señal. Cada amigo requiere un trato único para ayudarle a ser mejor dentro de sus posibilidades. En este aspecto se requiere fortaleza para no ceder ante posibles errores o desvíos del buen camino. El acompañamiento es básico para ahuyentar malas influencias o dejarse llevar por el cansancio ante resultados que se tardan en llegar.
Cuando se unen personas para hacer el mal, esa no es amistad, en el fondo hay reproches y con frecuencia están unidos por el temor a ser descubiertos. Ese tipo de relaciones no da paz, desquicia.
La amistad presenta el misterio de ser en parte muy semejantes y en la otra muy distintas. Afinidades que unen y diferencias que complementan mutuamente. La amistad salva de la soledad y aporta seguridad por el ingrediente del compromiso moral.
Con frecuencia encontramos bastante desorientación respecto a la amistad. La más común es calificar de amigos a quienes suelen compartir entretenimientos inadecuados o participan en reuniones transgresoras. Y guardan esos hechos bajo secreto y hacen el pacto de no rebelarlos. Esto es un disfraz de la amistad
Un consejo muy generalizado y bastante desorientador consiste en insistir en que para querer a los demás hay que quererse uno primero. El peligro de tal enfoque se encuentra en el hecho de que todos tenemos inclinación al egoísmo y a ocupar un puesto donde podamos ser el centro de atención. Con lo cual nunca sabremos cuándo es tiempo de pensar en los demás y dejar de fomentar el egocentrismo. Este consejo es desafortunado porque fomenta el desarrollo desordenado del ego y difícilmente llega la amistad.
Pensar primero en uno mismo es una tendencia frecuente y no ayuda pues fomenta el narcisismo y es difícil salir de este enfoque.
Anteponer otros intereses como las relaciones económicas o sociales, en el fondo responde a algún interés oculto donde el beneficio es unilateral, contaminación del amor auténtico. La amistad demanda desinterés respecto a las propias ambiciones e interés por ayudar a la otra persona.
Por eso, cuando alguien busca la amistad con la finalidad de entrar a ese grupo para obtener un beneficio, o para ganar la confianza de quien está mejor posicionado con el fin de remplazarlo, o de despojarlo de algo.
La simulación es grave porque es un engaño revestido de buen humor y, muchas veces fomenta la crítica jocosa, mucho más corrosiva que otras críticas, porque tiende a desorientar a la gente, y en el fondo es cometer despojos.
La amistad es un tesoro y necesita de grupos humanos bien formados y sólidos en sus convicciones y especialmente en el respeto a los demás. Dispuestos a mantenerse en un segundo plano en beneficio de la otra persona.
No disfracemos tan bella y noble relación humana. Conservar lo genuino de la amistad, hace amable la vida y endulza los momentos difíciles, los hace más llevaderos.
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