Finalmente pasó lo que tenía que pasar y Monreal hizo su monrealada: una escena en la que es actor único, y al final nadie entiende nada, pero sospechas que él, en algo, ganó.
Claro, antes de la última escena en el Senado, Ricardo Monreal, líder de la bancada morenista, se dejó querer, amenazó, coqueteó con los de enfrente, se daba giros, presumía su baile, alardeó de contar con una gran fuerza y recibía los ataques con pose estoica que anunciaba la gran fuga. Y todo para terminar extraviado en un discurso de retórica churrigueresca y soporífera en el que lo único que quedaba claro era que daba clases de derecho en la universidad.
Una monrealada más. Ya hace algunos años lo hizo también cuando amenazaba con dejar a López Obrador porque puso a Claudia Sheinbaum como candidata en la CDMX. Entonces pasó lo mismo: amenazas, coqueteos con la oposición, para finalmente quedarse como líder del Senado de la bancada lopezobradorista. Porque no se debe olvidar: Ricardo Monreal es un engrane más en la fuerza morenista. Claro, él desde hace mucho ha descubierto los beneficios políticos de la disidencia interna y los maneja con habilidad. Sabe tomar distancia del líder, aun cuando el líder puso un abismo entre ellos. Se entiende que sus compañeros legisladores le crean. Si logra a engañar a un montón afuera, adentro con mucha más razón. Los ambientes legislativos, aunque representan con dinamismo el ambiente político imperante, son también microclimas en los que se traban muchas relaciones de índole personal. ¿Pero quién esperaba que Monreal encabezara el éxodo de senadores de Morena? Algunos incautos o esperanzados en que al presidente se le caiga de pronto todo a pedazos.
Monreal quería que habláramos de él el mayor tiempo posible y lo logró. Hablar de la coyuntura estos días fue hablar del zacatecano. Se especuló tanto: que si lo expulsaban de la bancada, que si salía de Morena, que en la oposición lo esperaban con los brazos abiertos, que si era candidato a la Presidencia por tal o cual partido, que si a la CDMX o que si se decidía por la reforma y López Obrador, magnánimo, lo perdonaría.
Todo para que saliera con su monrealada en la que él llama la atención votando diferente a sus compañeros, pero sin generar ningún cisma porque él consideró que el desmantelamiento del INE vale menos que sus funciones teatrales deshojando la flor.
Como cereza del pastel, Ricardo Monreal dijo que el presidente López Obrador tenía “actitud de tolerancia, de respeto, que son características de demócratas”. Eso, el día en que para muchos se votó una regresión democrática de alto costo para el país. Por si alguien tenía duda para quién trabaja.
Lo que hizo Monreal recuerda aquella fábula de Esopo: El parto de los montes, en la que las montañas hacen un descomunal ruido para parir, asustan a los habitantes y, al final, nace un pequeño ratoncito. Horacio tenía una referencia: “Parirán los montes; nacerá un ridículo ratón”. Así las monrealadas.
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