Hablando de corcholatas, ha sido evidente el apoyo vulgar y descarado del presidente y su pandilla a favor de Claudia Sheinbaum. Marcelo Ebrard ha hecho giros muy entusiastas en su vida, como hacer tiktoks y cosas por el estilo. Ahora se pasea como si fuera alivianado, “buena ondita”. Por lo menos ya no tiene que ir a visitar al presidente de Perú o rescatar a Evo Morales en una de las escenas más raspas de los operativos internacionales. Él está concentrado en su campaña, en sus recorridos, en presentaciones con sus seguidores y, claro, reclamando piso parejo, reglas claras y cosas por el estilo. Si bien es cierto que no es precisamente el perfil del político de Morena, sí los conoce bien y sabe que son capaces de hacerle cualquier tipo de fregadera, desde el presidente hasta el oscuro Claudia-fan que le lanzó un escupitajo en el desfile de la ignominia.
La realidad del atropello en la “lucha de las corcholatas” ha orillado a Marcelo a solicitar cosas que parecen inviables en esa cloaca que se llama Morena y que no puede decirse que es un partido político, pues carece de reglas claras para una competencia. El asunto en Morena es sencillo: todo lo resuelve un comité de elecciones formado por el presidente López Obrador y nadie más. Él decide quién participa y cómo participa. ¿Qué eres Monreal y piensas que puedes ser candidato a la presidencia? Nanay. No se puede hasta que el comité AMLO lo decida, y mientras esto no suceda, pues no se te tomará en cuenta. Por supuesto, no es el caso de Ebrard, que sí cuenta con la aprobación y es una de las tres corcholatas jugando a la grande. ¿Pero cómo hacerle si todos están con Claudia? Marcelo ha exigido debates para que cada quien muestre sus dotes y herramientas para enfrentar la enorme tarea de continuar con la obra del líder. También pide que renuncien a sus puestos Claudia, Adán Augusto y él mismo. Eso no va a pasar hasta que les convenga hacerlo, pero Marcelo tiene la obligación de estar haciendo propuestas que llamen la atención sobre su vulnerabilidad y el estado de indefensión en que se encuentra ante la maquinaria presidencial que está avasallándolo. Aun así, la campaña de Claudia no despega y hasta Marcelo parece carismático comparado con esa figura de hielo que es la señora Sheinbaum.
Sin embargo, muchos han visto con buenos ojos el debate que quiere el canciller. No parece ser un asunto muy atractivo, pues sería una puesta a discusión sobre temas en que piensan lo mismo o en los que no van a distinguirse más que en su fanatismo, como es la devoción que sienten por el líder que les dio vida. Podemos imaginar el debate de Claudia, Marcelo y Adán:
CS: Quiero decir que voy a seguir a fondo, a ir más allá, en el proyecto patriótico y casi divino que ha empezado nuestro prohombre, el hombre que se ha dignado posar su mirada en una servidora como la continuadora de la patria del futuro.
ME: Quiero decir que yo iré todavía más allá que Claudia. La diferencia es que conmigo no habrá malas caras ni me verán tocando la guitarra como Juan Penas, podrán bailar y hacer tiktoks. Ya lo hice con Salinas de Gortari en una ocasión cuando el Presidente y yo estábamos en el PRI. Porque lo que importa es a dónde vamos y no de dónde venimos.
AA: Yo sólo quiero decir lo siguiente que me diferencia de estos dos y que deja en claro y de manera enfática mi lealtad al líder: soy de Tabasco y me apellido López. Es todo.
Y así por el estilo todas las intervenciones. No suena muy atractivo, ¿verdad?
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