Muchas cosas pasan alrededor del Mundial a los países participantes. Algunas tienen que ver directamente con la justa futbolística y otras al margen, pero son básicamente días mundialistas. Veamos algunas perlas de estos días.
El representative mexicane. Como siempre valimos gorro, pero ahora de manera casi inmediata. Si el anhelo de la afición mexicane era el quinto partido tan anhelado durante décadas, hemos regresado a la aspiración, simplemente, del cuarto juego. Esto tiene mucho que ver con ese viaje al pasado que es el gobierno lopezobradorista: el retroceso abarca incluso el ámbito futbolero. Debo decir que también estuvieron muy emocionantes los partidos. Pararle un penal a Lewandowski no es cualquier cosa y nos hizo gritar de alegría; hacer sudar a la selección argentina fue un gusto que duró poco, pero fue satisfactorio mientras se pudo y, finalmente, el partido contra los árabes fue trepidante con los goles –incluyendo los anulados–. Después lo de siempre: la decepción, los reclamos a los dirigentes, a los “dueños del negocio”, la satanización del entrenador y las mentadas por doquier. Todo se acabó muy rápido, ni tiempo dio de que los muchaches estrenaran la playera guinda. Quizá a uno de los que más les valió sorbete lo sucedido en el Mundial fue al Presidente, que siempre va a contrapelo si las cosas no se tratan de él. Se le vio contento porque ya no habría otro tema distractor para el país y seguro se puso a ver videos de beisbol en lugar de los partidos de la vituperada selección.
El hombre que se convirtió en flan. Mientras la selección se preparaba para su tercer juego, el Presidente llevó a cabo su desfile gigantesco en la CDMX. Era la esperada muestra de músculo, la salida a la calle del oficialismo. Todo salió muy bien para los organizadores. El Presidente terminó feliz con su Domingo de Ramos y su entrada a Jerusalén. Jesús de Macuspana levitó entre la gente y se desplazaba por la avenida central de la capital. No todo fue gusto y sonrisas para los participantes. Como ya lo mencioné en otro texto la semana pasada, los que no congeniamos en absoluto con este gobierno también tuvimos un gran momento de felicidad que ha durado días, con el desvanecimiento del hombre de hierro: el señor Epigmenio Ibarra se convirtió en flan y se vino abajo. Él, que se ufana de ser un sobreviviente de los peligros más temibles, terminó en el suelo haciendo de su imagen la de un pobre tipo que no puede estar al sol porque se desvanece. Por supuesto muchos maldicientes esperaban que se hubiera tratado de una embolia o un infarto fatal. No fue el caso, pero ahora a ver quién le cree que desayuna pólvora y come balas.
La gira que no fue. Mientras el Presidente desfilaba con sus súbditos y devotos, y la selección y sus aficionados hacían las cuentas y se veían ya en octavos de final porque ganarían a los árabes, un grupo de legisladores mexicanos se desplazó a la madre patria y, desde allá, envió mensajes. Un par de esos legisladores fueron Ricardo Monreal y Santiago Creel. Desde España anunciaron que harían una gira nacional por la reconciliación del país. Ricardo Monreal es líder de los senadores de Morena y Creel es presidente de la Cámara de Diputados y un destacado panista que ha manifestado sus deseos de ser candidato a la Presidencia. Más allá de la ocurrencia de anunciarlo desde Madrid, los distinguidos opositores –Monreal es ya un opositor a AMLO– no dijeron en ningún momento a quiénes querían reconciliar o si ya les habían preguntado a los mexicanos si se querían reconciliar, o si el pleito era entre todos o nomás lo que ellos veían. Antes de poder formularles estas preguntas, recibieron tal cantidad de reclamos en las filas de sus partidos que optaron por cancelar la gira para la que no tenían ni boleto.
Mientras tanto, la selección de Alemania regresaba a su casa con resultados como los de nuestros ratoncitos verdes, Pelé parece que va a colgar los tenis y Francia, Argentina y Brasil se apuntan para la final. Días mundialistas.
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