Era ya un lugar común en los últimos años decir que la oposición estaba en la lona, que no había manera de que saliera del basurero en el que lo pusieron los electores en 2018. Esto se agudizó con la mediocridad de los cuadros directivos y la incansable persecución que inició el presidente López Obrador sobre figuras opositoras. El miedo cundía en las filas, todos se volteaban a ver para adivinar quién sería el próximo en caer; hacían cuentas de sus cuentas, de sus “relaciones peligrosas”, sus acciones y dichos contra el hoy triunfante.
La andanada de insultos en que se convirtió el discurso presidencial también tuvo su efecto. Los opositores comenzaban sus conversaciones diciendo que no eran fifís, conservadores o de derecha. Hipócritas a la mejor, pero fifís, no. Así, la oposición estaba sepultada y no se veía para cuándo. Pero llegaron las elecciones del 21 y la gente salió a votar. Hubo varios que corrieron el riesgo, por ejemplo, en la CDMX, de enfrentarse a la maquinaria morenista. Y ganaron. Si la oposición institucional estaba escondida y amedrentada, la ciudadanía se hartó y salió a votar en contra del azote de Palacio. Por primera vez en casi tres décadas esa fuerza política perdía la CDMX.
Así las cosas, tomó fuerza una alianza partidista opositora a la que le dio en la torre el presidente del PRI al vender sus votos en el proyecto presidencial de militarización nacional. Llegó entonces la embestida contra el INE y la amenaza gubernamental de administrar las elecciones. Miles y miles salieron a las calles a protestar. Nuevamente la ciudadanía se convertía en oposición contra el autoritarismo lopezobradorista. El presidente se puso rabioso y anunció un desfile en su apoyo. En esas estamos.
La cosa es que al presidente le creció el enano de la oposición. A ver qué hace con la criatura. Pero también a los partidos opositores les creció el enano del apoyo ciudadano y tendrán que ponerse a trabajar para estar a la altura de la expectativa general. Si el presidente tiene ya un enemigo de altura, un proyecto real en su contra –lo que le debe dar amplia satisfacción, en lugar de estar haciendo rounds de sombra–, la oposición necesita organizarse de manera efectiva para todo lo que le queda por delante. Por supuesto nadie espera que salgan con otra marcha similar a la de hace un par de semanas, pero sí eficacia en lo que haga. Desde sus eventos de pasarelas para sus precandidatos hasta la disciplina en el Legislativo, con sus votos y el control y resolución de sus conflictos internos de manera rápida y tranquila. Cero conflictos es uno de los retos opositores. No está fácil.
Al presidente le creció el enano y tiene ya un problema que no tenía. A la oposición también le creció el enano, pero, al menos por ahora, es un problema feliz.
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