No será un intercambio de flores

Una de las lecciones del domingo es que hay que gritar. Con este residente, con este gobierno, con el morenato en el poder, las cosas son a gritos y, en ocasiones, a insultos. Sé que esto no es del agrado de nuestra bocabajeada progresía y que hace arquear las cejas a quienes piensan que las campañas polarizadas son el momento ideal para discutir argumentos, teorías y proyectos de políticas públicas. Lamentablemente no será así por varias razones. Una de ellas es que nunca hemos sido el ágora ateniense de la discusión pública; otra es que los tiempos ya no dan para estar citando a Weber en una pieza de oratoria. Como se vio el domingo hay que arrebatar la calle, recuperar los espacios y también las palabras, perderles miedo y decir las verdades. Una de las cosas que irrita al residente es que se conozcan las protestas en su contra, que se sepa lo que dicen de él, más allá de lo que él tiene definido como marco de ataques. Le irrita ver a la gente en la calle gritándole cosas al gobierno que encabeza. Porque parece olvidarlo, pero la autoridad también está para recibir los reclamos ciudadanos en la forma que deseen hacer: en mentada pública, por e-mail o en género epistolar.

La iracundia presidencial parece no tener límite. Al día siguiente de la marcha continuó con sus insultos y agresiones contra los manifestantes. Exhibió un documento con sello de la Secretaría de Seguridad que llevaba como título Personajes que asistieron a la marcha, y una lista de mujeres y hombres que se han dedicado a la política y que salieron ese domingo a marchar. Ya sabemos entonces qué hace la titular de la Secretaría de Seguridad, listas de los adversarios de AMLO, dónde se juntan y a dónde fueron y qué hicieron. Y el presidente lo exhibe como si se tratara de los criminales más buscados –lo cual no hace: ni dice cuáles son los más buscados ni los persigue–. Siempre misógino y dispuesto a humillar a alguien en público, mostró el video de una señora de la tercera edad insultándolo de manera desbordada. A la mejor al presidente le da risa y satisfacción mostrar la imagen de la anciana desgañitándose en su contra, a la mejor le parece muy amoroso mostrar a una persona fuera de sí, pero lo cierto es que al ser presidente se tiene que aguantar lo que le digan los ciudadanos, y no al revés. Porque ya basta de que el presidente agreda y los ofendidos se callen. Hay que regresárselas, una tras otra.

Y es que entre las múltiples razones para salir a marchar el domingo, muchos de los manifestantes lo hicieron para canalizar el hartazgo por los insultos que el presidente dirige de manera cotidiana a quienes simplemente trabajan, tratan de salir adelante en las condiciones imperantes y, sí, aspiran a vivir un poco mejor, a que sus hijos estudien y estén bien preparados, a conocer el mundo, a poder emprender el esfuerzo que decidan con su vida, tal y como lo hacen los hijos del presidente, pero él no se lo permite a los demás. Fueron a la marcha porque quisieron trascender las redes y hacer algo con su enojo y el intento de asalto al INE fue el catalizador. Y eso ya también lo sabe el presidente: la marcha fue contra lo que quiere hacer en el INE, pero también por lo que ha hecho con el país.

No será un intercambio de flores lo que presenciaremos en los próximos meses en el ambiente nacional, pero no habrá de otra: se cortará el aire con cuchillo, será una atmósfera rasposa, propia de un presidente rijoso.

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