Para que un gobierno funcione se deben tomar en cuenta que las políticas públicas estén encaminadas al beneficio de la sociedad, que haya un contacto abierto y eficaz con la ciudadanía, y que se desarrolle un trabajo honesto de cara a dar buenos resultados.
3 dimensiones
Entre aspectos fundamentales que escapan frecuentemente a los hombres de Estado, se encuentra en el hecho de olvidar –parafraseando al pensador contemporáneo– que quien quiera vivir con dignidad y plenitud, no tiene otro camino más que reconocer al otro y buscar su bien.
Se abandona la estrategia de Estado que tiende a generar políticas públicas que acrecientan en calidad y trascendencia la vida de los ciudadanos, porque facilita e impulsa darla en donación, evitando el aislamiento y el individualismo. Que la vida de los ciudadanos madura en estos términos, porque se vuelve capaz de darse a los otros, en especial a quienes menos tienen, pueden o saben.
Se descuida la premisa de que la autoridad pública requiere y debe, estar en contacto abierto, frecuente, sincero y eficaz, con los hogares, con la vida del pueblo al que se gobierna; que la autoridad política no es una estructura separada o propiedad de grupos de notables y favoritos del nuevo ungido, porque se miran a sí mismos.
La nueva gobernanza es así. Cada vez más honesta, más orientada al desarrollo temporal y trascendente de cada individuo de la sociedad, por ello, el enorme ruido que provocan varias inconsistencias del próximo mandatario de México.
No se entiende
1. De verdad, de pronto es complicado adivinar –ni siquiera entender– las líneas de trabajo, –no necesariamente estratégicas– del electo. Como fue el caso de Margo Glantz propuesta por AMLO para dirigir el Fondo de Cultura Económica, mismo al que renunció después de que los diversos medios dieron a conocer que el tabasqueño ofreció el mismo cargo al también escritor Paco Ignacio Taibo II. Obvio, la señora Glantz, por elemental dignidad rechazó la oferta inicial. Sin duda, es una grave descortesía política, por olvido, dolo, equivocación o malos susurros en el oído.
2. Las dispersiones no cesan y lo que se configura ya, es una falta de unidad de pensamiento y estrategia en el ejercicio de gobierno. En tanto que Miguel Alonso Riggs propone la fundación del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, la perredista Verónica Juárez impulsa la eliminación de todas las prohibiciones para la marihuana por todo el territorio nacional, incluidas el cultivo doméstico de tres plantas sin necesidad de registrar nada, de acuerdo con Frentes Políticos de Excelsior.
3. Por su parte, mi estimado Guillermo Valdés en su columna en Milenio, hace trizas –y el escribano coincide a plenitud– la propuesta de mandar al Ejército y a la Marina, “a segunda división”, al crear un molusco-invertebrado-gaseoso titulado “Guardia Civil Nacional”.
4. De entrada, desvirtúa, desestima y diluye todos los esfuerzos de quien será el próximo Súper-Secretario de Seguridad, amén de que evidencia que los foros, eventos de discusión, consultas con especialistas conocedores del tema, han servido para absolutamente nada.
5. Las bellísimas lectoras y amables lectores concuerdan con el escribano: el pleito va en serio contra el Ejército y la Armada porque como el electo estará al frente de la dichosa Guardia, él será el custodio de los derechos humanos, la paz y la tranquilidad ciudadana que no necesitará el uso de la fuerza para resolver los temas de violencia, crimen organizado y narcotráfico. O sea, los señores pueden dormir tranquilos.
6. Y la última, la reiterada “Comisión de la Verdad” para los asuntos del ’68 en Tlatelolco, tiene varios vértices: De entrada, como todos los países que se precien de civilizados, tales comisiones solo tienen un carácter de constatación, no son órganos judiciales ni metaconstitucionales. No hay que desestimar que la SEDENA y la Marina Armada, se han opuesto ya en varias ocasiones, porque los deja en estado de indefensión. Y tercero, el electo ya tiene demasiados frentes, como para seguir abriendo heridas y darle cauce a las cosas que dividen a nuestro pueblo. ¿O no?
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