Los efectos de la alteración ideológica del tiempo

El tiempo es un elemento intangible pero real. Nos envuelve y nos da un antes, un ahora y un después. Es inexorable no lo podemos arrinconar o huir de él. Es un testigo que nos hila o nos deshila. Lo podemos aprovechar o dejarlo pasar y en esto es inamovible porque los resultados serán totalmente proporcionales a nuestra conducta.

Los efectos de una esmerada educación se manifiestan precisamente en la buena distribución de nuestras actividades en el tiempo, y en apreciarlo sin medirlo según una óptica superficial o perezosa. La educación bien asimilada capacita para detectar los intentos de manipulación y con la práctica de las virtudes, especialmente de la fortaleza, cada uno resiste, o mejor: los combate.

A pesar de ser el tiempo tan importante, las imposiciones ideológicas lo han desdibujado con unos efectos sumamente perniciosos, el principal es desvincularnos del pasado. Algunos de los intentos los veremos a continuación.

Hay ahora, en todo el mundo, bastantes brotes de tendencias globalistas. Buscan imponer una única civilización bajo un liderazgo secular. Para lograrlo una corporación resquebraja creencias, tradiciones, cultura, historia, gobierno y educación, para instalar una civilización apoyada en una economía de consumo guiada por un nuevo concepto de ciencia, tecnología y “valores humanitarios”. La manipulación del tiempo en esta postura consiste en borrar todo lo construido en el pasado. Secan las raíces de los pueblos.

Otro brote busca la misma finalidad, pero el modo de proceder es distinto. Detectan los conceptos usados en una determinada sociedad y cambian su contenido. Este proceder -supuestamente innovador-, es el de la llamada cultura de la cancelación. De modo políticamente correcto éstos buscan eliminar las bases cristianas o al menos transformarlas. Aquí se trata de desaparecer todo rastro de la religiosidad de los pueblos. Un ejemplo cercano, en nuestro país, lo tenemos en el culto a los muertos. Tiene una raíz cristiana pero actualmente se ha introducido un elemento hollywoodesco. Se desplaza el fondo por la forma y se convierte en espectáculo.

Otro intento es vaciar las palabras del contenido tradicional, incluso algunas ahora significan lo opuesto. Con un plumaje hermoso aparecen también nuevas palabras. La ruptura con el tiempo pasado cae por su propio peso, ya no entenderemos los escritos antiguos, ni los mayores entenderán el lenguaje de los jóvenes.  Por ejemplo: la “justicia social” tiene otra connotación, hay neologismos como “wokeness” para hablar de despertar. Para explicar eventos, sentido de pertenencia o propósitos se habla de “política de identidad”, “interseccionalidad”, “ideología del sucesor”. Hay muchos más.

Nadie se conforma con las novedades de los otros, cada uno aprovecha los recursos tecnológicos para publicar sus ocurrencias o para dar el toque personal a lo que está circulando. Surge la llamada cultura “woke”. Valga lo dicho en el párrafo anterior, no es cultura pero le dan el calificativo. Propone una salvación que no necesita saber de dónde venimos, pero sí tomar en cuenta los intereses en común con aquellos que comparten nuestro color de piel o nuestra posición social. También dolorosamente nos podemos dar cuenta que la solidaridad propuesta es muy parcial, hace pequeños grupos cerrados, no se abren a los demás y los desprecian. La fuerza de la unidad es su arma para descartar a los otros.

En muchas ocasiones manipulan los buenos sentimientos. Esto sucede con la propuesta del “Great Awokening” (Gran Despertar), en el inglés de los afroamericanos. Fomentan la toma de conciencia de grupos de izquierda con buen nivel económico y educativo. Les muestran la injusticia de un sistema que oprime a los negros y a otras minorías raciales en Estados Unidos. Con sus enfoques van conquistando a la opinión pública.

Como podemos ver, todas estas teorías parten de algún aspecto positivo, esa es su fuerza y ganan simpatizantes. Después aprovechan ese entusiasmo para obtener sus propósitos y combatir lo que les estorba. Los seguidores no detectan la táctica, pero los apoyan incondicionalmente. Todo es veloz para no dar tiempo a la reflexión. Aprovechan muy bien cada instante del presente y desacreditan todo lo pasado.

Otra deficiencia encubierta es la de falsificar las relaciones de causa y efecto, la vinculación no resiste argumentos sólidos. Los argumentos son sentimentales, emotivos que dan resultado en una civilización veloz y superficial, como la actual. Este movimiento ha empoderado a quienes defienden los movimientos de los derechos transgénero, los de las mujeres violadas, la de los enfermos incurables, entre otros. Las consecuencias de este movimiento son la modificación de la ética médica y del concepto de verdad, por citar las más graves.

Un combate certero y accesible para desterrar tantas falacias consiste en revivir la lógica de la realidad, aceptar las evidencias. Por ejemplo, algo tan sencillo como admitir los alimentos y las costumbres saludables, y difundir esos datos para beneficio de los demás.

Otro combate certero es la revaloración del tiempo. El pasado conocerlo y admitir su influencia en el presente con la finalidad de reproducir lo bueno y evitar lo malo. Con este antecedente revalorar el presente hecho de momentos sucesivos. Y aprovechar cada sucesión de momentos para lograr resultados. Con esa sucesión de resultados mostraremos la falsedad de que el presente se nos va de las manos. Esta afirmación tan socorrida ha hecho mucho daño. Es necesario aprovechar cada instante.

Aprovechar el tiempo no es correr, aunque algunas veces se aprovecha corriendo, pero no alocadamente. Tampoco es cambiar de un tema a otro, aunque alguna vez sea necesaria esa flexibilidad. En realidad, aprovechar el tiempo es dedicar a cada asunto los minutos necesarios de acuerdo a su complejidad. Aprovechar el tiempo puede ser dormir para reponer energías, puede ser estudiar para conocer, puede ser reflexionar para tener firmeza, puede ser conversar para escuchar otros puntos de vista o para pedir consejo.

También aprovechar el tiempo puede ser observar cómo proceden otras personas y reproducir su experiencia.

Solamente el presente bien asumido forja un futuro prometedor. El aprovechamiento del flujo del presente es nuestro tesoro. El romanticismo pesimista vio al presente como algo efímero que se escapa y eso no es cierto, cada minuto del presente activamente aprovechado da resultados inmediatos y cimenta el porvenir.

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