Hay algo extremadamente canino en lo que sucede en Morena y con varios de los colaboradores del presidente López Obrador. Cosas verdaderamente perras hemos escuchado y presenciado últimamente. Se puede decir que el esfuerzo polarizador del presidente ha tenido tal éxito que ya tiene polarizados hasta a quienes lo rodean. Nada mejor para un gran polarizador que polarizar a su propio equipo.
Por alguna razón, quizá de educación política o de retórica propia del movimiento en que participan, en los más altos niveles de la 4T se dirigen calificativos que tienen que ver con asunto perrunos. Básicamente les gusta denunciarse unos a otros como “jauría”. Como se sabe, “jauría” es un grupo de perros fieros a la caza de algo; también hay la siguiente acepción de la RAE: “Conjunto de quienes persiguen con saña a una persona o a un grupo”. Bueno, pues así se ven unos a otros: perros embravecidos, rabiosos, babeantes, a la caza de su presa.
Tatiana Clouthier, el día de su renuncia, denunció que “una jauría rodea al presidente”. Uno ve a Jesús Ramírez Cuevas con detenimiento y puede llegar a la misma conclusión que doña Tatiana: la espuma en el hocico, los ladridos incansables, la correa tensa hasta casi romperse por la fuerza del animal que desea soltar dentelladas a quien se acerca peligrosamente al jefe para decirle algo no autorizado por el consejo canino. Claro, uno ignora quiénes son esos que lo rodean y que, más allá de don Jesús, se comportan como perros e impiden que gente bien intencionada se acerque al Presidente, como denunció la ahora exsecretaria.
John Ackerman es un gringo atolondrado que dedicó su parte de mexicanidad adquirida a la adoración de López Obrador. Cuando decidió hacer algo diferente a lo que hacía la “manada” –apoyó a su cuñado en lugar del preferido del Presidente– fue marginado por el grupo de poder y su esposa fue corrida, de manera por demás humillante, de su puesto bajo la mirada gélida y reprobatoria de su jefe. Hace unas semanas el propio Ackerman era cesado de manera fulminante del Canal Once y de su columna de opinión en el diario La Jornada. Al respecto, Ackerman manifestó que lo que le dolía era “la mezquindad, la ingratitud, la simulación, la envidia y la xenofobia” a las que se había llegado por culpa de “una jauría” en la que participaban “camaradas de lucha que antes defendieron un proyecto de transformación y que hoy sólo defienden sus nuevos privilegios”. Como se ve, hasta en Morena hay de perros a perros.
Ricardo Monreal ha sido ventaneado por una compañera de su partido, que acusó públicamente al senador de tener, junto con su familia, decenas de propiedades inmobiliarias. Incluso que un hermano suyo tenía un rancho más grande que el aeropuerto de la CDMX (ese hermano es ahora gobernador de Zacatecas). Monreal montó en cólera y denunció a la compañera, gobernadora de Campeche, como una delincuente. Monreal advirtió que tomaría medidas legales contra su acusadora, Layda Sansores –uno de los personajes más grotescos de la vida pública nacional–. Monreal asegura que doña Layda es gente al servicio de Claudia Sheinbaum, por lo que llamó su atención exigiéndole: “Claudia, frena tu jauría”.
Como se puede ver, cada quien trae su jauría y califica de perro al de enfrente. En fin, cosas perronas que pasan en el lopezobradorismo.
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