La leyenda del Rey Midas es aterradora si la analizamos en el contexto de las necesidades vitales. Es tremendo tener hambre y tocar una deliciosa fruta y convertirla en un adorno de oro. Es tremendo sentir un cansancio imponente y tocar unas sábanas acogedoras y transformarlas en láminas de oro. Es tremendo amar a una persona darle un abrazo y hacerla una estatua de oro.
¿Es deseable vivir así? Y así vivimos cuando a nivel personal o social o internacional el valor que nos mueve en primer lugar, en segundo o en único lugar es el económico.
No se trata de excluir la importancia del factor económico, es importante tenerlo en cuenta al emprender algún nuevo estilo de vida, por ejemplo: el matrimonio, o al realizar un viaje o al incursionar en un nuevo empleo. Es necesario garantizar suficientes recursos para llevar a buen término cualquier proyecto.
Sin embargo, en este terreno es fácil polarizarse y perder el equilibrio. Por este motivo es necesario vigilar y hacer ajustes con periodicidad. Y señalar algunas posibles desviaciones tanto en las relaciones personales como en los acontecimientos a nivel familiar, laboral, nacional o internacional.
Cuando los ideales son poco sólidos es fácil abandonarlos y someterlos a lo económico, pues es muy tentador polarizarse. Al principio la prioridad por conseguir recursos es laudable porque está subordinada a otros fines superiores como mejorar las condiciones de la vida familiar, o poder garantizar la educación de los hijos y otras metas semejantes.
El peligro está en entusiasmarse con el poder adquisitivo e ir olvidando las otras finalidades y centrarse solamente en la autosatisfacción primero de lo necesario y luego de los superfluo. Una persona en este nivel disfruta la frase: poderoso caballero es don dinero. Así es frecuente perder la dimensión social y ver con desprecio a quienes viven sobriamente o no han alcanzado un nivel semejante al suyo.
Tampoco se trata de frenar a quien tiene el don de hacer negocios exitosos, pero esa capacidad lleva una responsabilidad social: la de difundir la bonanza en quienes son cercanos. Esto equivale a capacitar a los demás para que sepan hacer buen uso de los recursos y quienes tienen capacidad de alcanzar esos éxitos han de replicarla.
Así un padre o una madre de familia con esa destreza han de enseñar a sus hijos a disfrutar de modo sobrio del estatus alcanzado e impulsarles a compartir con personas menos dotadas. Y, a la vez, detectar si alguno de los hijos tiene esa capacidad y poner los medios para desarrollarla. Así se van multiplicando los alcances a lo largo del tiempo.
Es de desear que esas familias adopten como benefactores a tantas instituciones altruistas que velan por personas con defectos físicos o psíquicos que les impedirán ser autosuficientes. Así los pequeños aprenden que en el mundo hay personas que no gozan de lo que ellos tienen. Y se ponen medios para desaparecer a esa tipología denominada “juniors” o jóvenes altaneros buenos para nada.
A nivel laboral pueden darse distintas formas de reyes Midas que han de evitarse. Hay dos muy difundidas. La del empresario que se queda con la mayor proporción de las ganancias. O la del directivo que descubre su buena capacidad de gestión y reniega de las estrecheces del pasado, adopta un nuevo estilo de vida e incluso se deslinda de los vínculos que contrajo antes de acceder al sitio que ahora ocupa. Una persona así falla a nivel familiar porque desconoce su familia de origen y la abandona, y con la nueva familia que forme muy probablemente no tendrá la sensibilidad de formar hijos solidarios.
A nivel social una persona metalizada tratará de sacar provecho de los demás, desgraciadamente muchas veces aprovechándose de la ingenuidad o inexperiencia de sus colegas, y otras veces por medio de actividades deshonestas, gravemente ilícitas.
A nivel internacional hay muchos focos rojos que muestran los terribles efectos de priorizar las ganancias económicas. Por ejemplo, fomentar las guerras porque se tiene el negocio de la fabricación de armas. O la utilización de armas nucleares como el ejercicio de la última etapa de la investigación de los efectos que las radiaciones provocan.
Hay ocasiones en que se restringe el cultivo de algunos alimentos o se evita la recolección para elevar los precios. Especialmente las naciones más pobres son las que sufren las consecuencias. De manera semejante muchas veces se almacenan productos enlatados.
Es imprescindible una organización laboral internacional, para aprovechar sin depredar los recursos naturales de cada país y para ponerlos a la disposición de todos. Hay territorios muy áridos, pero se puede aprovechar la mano de obra. Es cuestión de incluir a todos según sus capacidades.
La finalidad de la organización ha de buscar la buena distribución y el aprovechamiento de los recursos para vivir, para descansar, para la distribución del trabajo, para integrar a las zonas más desprotegidas y aisladas. También para evitar los desperdicios o la extinción de los recursos naturales.
No podemos olvidar que los recursos son bien común para todos. Los beneficios deben llegar a todos los sitios, sin excluir a nadie por su nivel de desarrollo. Es inhumano excluir a quienes no cuentan con solvencia económica. Esta sería la argumentación del rey Midas contemporáneo y resulta un gran retroceso.
Por lo tanto, el propósito ha de ser combinar el valor económico con otros valores superiores, así se impide el individualismo de quererlo todo para el propio disfrute. Además, viene al caso recordar la frase del Papa Francisco: nunca he visto tras de un carro fúnebre un camión de mudanzas. Por eso, los bienes son para disfrutarrlos aquí en la Tierra.
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