El candidato de Morena al gobierno de Puebla, se ha caracterizado por una vida de lujo, alejado las ideas izquierdistas que dice encabezar.
Se sabe que en las campañas electorales es uno de los momentos en que más mentiras se dicen, que prometer no empobrece y que no es lo mismo la campaña que llegar a enfrentarse con las labores de gobierno. Y claro, también se sabe que la gente cambia con el poder, y que el dinero más que cambiar a la gente simplemente la muestra tal cual es. Así se contrastan los perfiles de muchos políticos antes y después del ejercicio del poder. Hay quienes ostentan su posición económica, su figura poderosa, hay quienes hacen alarde de su humor o de su inteligencia, de su agilidad mental o de su capacidad para nunca ser descubiertos en nada mientras alrededor cae medio mundo. Hay también quienes solamente hacen una cosa mal y el cielo les cae encima. Así es la política.
En estos días hemos podido ver como al presidente electo las cosas se le empiezan a resbalar: que no es lo mismo ser candidato que estar a punto de tomar el poder y hacerse de gran parte de las responsabilidades públicas de este país. Y también hemos visto cómo la gente de Morena no es la que aparentaba: algunos son más tranquilos y sensatos de lo que se pensaba, y la gran mayoría son peores de lo que imaginábamos. Por eso es mejor tratar de conocer a quienes aspiran al poder, para no llevarse sorpresas.
Una sorpresa, por ejemplo, resultó el candidato a gobernador de Puebla por el morenismo, Miguel Barbosa. Un hombre no solamente de aspecto sencillo, sino que lo es en su trato y, hasta donde se supo, en su forma de vida. Vinculado durante años al PRD fue personaje relevante, diputado y senador por ese partido. Fue presidente del Senado y ahí lo sorprendió una repentina complicación médica que culminó con la amputación de un pie, de lo que se sobrepuso con actitud rápidamente, conmoviendo a su medio con la aceptación de su nueva circunstancia. Detestaba a Andrés Manuel hasta que vio la oportunidad de colarse como candidato y colgarse de la campaña presidencial. Para Barbosa, hasta hace poco, cuando era el coordinador del PRD en el Senado, López Obrador era alguien con un pensamiento “antiestratégico”, al que “el respeto a las instituciones no es su fuerte”, y alguien con una “soberbia infinita”. Pero las cosas cambiaron o más bien cambió don Miguel.
Pero para muchos el cambio de parecer no es solamente respecto de la política. Atrás del hombre de izquierda hay un voraz inmobiliario y un gastador compulsivo en establecimientos de lujo. Diversos reportes de prensa durante la campaña poblana dieron cuenta del nivel de los gastos del candidato morenista, que quizá pasaron desapercibidos por el zafarrancho nacional. Resulta que durante tres años le dio por comprar casas: una casa por año. En la Ciudad de México, en zonas muy caras como Condesa y Coyoacán. Y no se crea que en cualquier calle. En Coyoacán, por ejemplo, en una de las calles más caras, la que da al famoso zócalo coyoacanense. No se crea que se la compró a cualquiera o a un compañero de las causas de izquierda, no, esa casa era propiedad ni más ni menos que del expresidente Miguel de la Madrid, para lo cual pidió una hipoteca de casi cinco millones (según su tres de tres) y pagó otros cinco millones quién sabe cómo. Tiene también propiedades en su estado y las pagó muy rápido, las escrituró a nombre de familiares y luego las recibió en donación. Además es un hombre de gustos exigentes, que no se conforma con cualquier cosa: la prensa dio cuenta de pagos en hoteles de primera categoría en Seúl, Roma, París y, por ejemplo, gastó en la tienda de lujo Harrods, en Londres, más de 385 mil pesos en una ocasión. Ah, nada como pertenecer a la “izquierda caviar”.
Barbosa ha querido llevar a tope el resultado de la elección en Puebla, y ha logrado con su partido llegar al recuento de los votos de los comicios del pasado julio. Ya sabe uno que sus elecciones son de lujo y que él no escatima en gastos, ni siquiera electorales.
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