El primer porro de la nación

Se sabe: los porros son individuos dedicados a los golpes, la provocación, el descontón, la organización de zafarranchos. Personajes violentos que son capaces de irrumpir en una manifestación pacífica o en un partido de futbol. Normalmente acompañados de una turba igual de violenta, estos individuos han acompañado por décadas la vida política y futbolística del país.

En las esferas políticas también existen este tipo de personajes. Si bien es cierto no llegan a los golpes –no por falta de ganas, sino por falta de respuesta–, no dejan de provocar y violentar el ambiente de los actos y recintos en que se mueven.

Adán Augusto López es el porro político del momento. Pega por todos lados, todos los días. Por supuesto, no es de extrañarse que haya políticos dedicados a eso. El gobierno y su partido son especialistas desde hace tiempo en actividades porriles. Ahí está el caso del señor Noroña, siempre listo para el cadenazo y la majadería, o el señor Salgado Macedonio, que cuenta con acusaciones de violación y que ha intentado golpear policías. Lo único que llama la atención del señor Adán Augusto es que es el responsable de la política interior del país; esto es, un mediador y solucionador de conflictos. De hecho, empezó su encargo con lo que muchos calificaron de “notable mano izquierda”, pero la ambición de la candidatura o las órdenes del jefe lo ha convertido en un verdadero gañán, un golpeador a sueldo: un porro.

Tan sólo en una semana la emprendió contra legisladores de oposición, se mofó de la situación de violencia en estados como Nuevo León y Jalisco, dijo que los tabasqueños son más inteligentes que los del norte y, para frenar la violencia intrafamiliar en Tlaxcala, delito que va al alza, sugirió “no ser tan pegalones”.

Claro que recibió una respuesta contundente de los gobernadores de Jalisco y Nuevo León. Enrique Alfaro lo puso en su lugar con elegancia. Lo evidenció como mentiroso y embustero, un hombre poco fiable, incapaz de contenerse para revelar conversaciones privadas que se hacen con él por su investidura, no por otra cosa. Samuel García también le contestó puntualmente con datos. Pero, más allá de que se le responda y quede evidenciado, lo que es una desproporción es la andanada del responsable del diálogo contra grupos de habitantes del país. No otra cosa es establecer diferencias de inteligencia entre los ciudadanos de una zona del país y otra. Eso es indicativo de debilidad mental y de ausencia de tacto político. Si uno escucha el razonamiento del secretario es verdaderamente poco inteligente. Según él, la gente “inteligente puede hacer las cosas con menor esfuerzo” y de mejor manera. Lo único que queda claro es que se esforzó mucho en hacer esa declaración.

El secretario de Gobernación está convertido en el primer porro de la nación. Su actitud anuncia que, de hoy en adelante, todo será a madrazos, o que urge un relevo en Bucareli. Conociendo a este gobierno, hay que inclinarse por la primera.

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