La América ingenua de Rubén Darío, esa que “aún reza a Jesucristo y aún habla en español”, está sufriendo una serie de ataques anticristianos. La agenda anticlerical que tanto se ha ensañado con la América española, ha visto un aumento exponencial de sus frutos podridos; en los discursos antirreligiosos, en los ataques a las iglesias y hasta en los ataques de los criminales que, habiendo perdido el temor, entre santo y supersticioso, que antaño observaban ante los sacerdotes, ahora se atreven a ensuciarse las manos con su sangre.
Además, en la América católica, el colectivo del abecedario multicolor, cuya violencia crece a medida que se satisfacen sus demandas, ya no se contenta con lemas violentos y frases impías; ahora sus marchas están marcadas por la destrucción de la propiedad pública y privada, así como de daños a iglesias católicas llegando a atacar físicamente a los cristianos que las defienden valientemente. Y mientras las agresiones de los progresistas quedan en total impunidad, los defensores de Dios, de la patria y la familia son acusados con toda clase de calumnias, incluido el nuevo y confuso “delito” de odio.
En la tierra de los libres, los políticos del partido demócrata no sólo permanecen en silencio ante los ataques a más de 82 iglesias y 73 centros provida perpetrados en los últimos meses; sino que hacen la guerra a las instituciones cristianas constantemente y de varias maneras, como el obligar a cubrir en sus pólizas de seguro médico la esterilización, la anticoncepción y los medicamentos que inducen el aborto, revocar la licencia de los orfanatos católicos que niegan la adopción a las parejas del mismo sexo. Además, pasteleros, floristas, fotógrafos y otros profesionistas son constantemente acosados y no pocas veces llevados ante el tribunal por negarse a contribuir, con su oficio, a la perversa ideología de género.
En todo el continente americano los estudiantes cristianos cada vez sufren más restricciones y ataques. Va siendo común el que se les niegue el derecho a formar organizaciones estudiantiles, que se vean amenazados con la expulsión, o que puedan perder el título profesional, ganado con estudio y disciplina, por promover y defender los principios cristianos.
Del otro lado del Atlántico las cosas no son mejores. En España en el año 2021, se produjeron cerca de 200 ataques contra el cristianismo. Y de acuerdo con los datos proporcionados por la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, los crímenes anticristianos en el Reino Unido se duplicaron, en sólo un año, al igual que en Alemania y en Suecia. En el 2019, Europa sufrió un número récord de ataques anticristianos; unas 3000 iglesias, escuelas, cementerios y monumentos cristianos fueron profanados, destrozados, saqueados y/o mutilados. Francia, quien fuera la hija predilecta de la iglesia, es considerado actualmente el peor país de Europa para los cristianos debido a que los ataques al cristianismo, en los que sobresale el ataque a las iglesias, ascendió en el 2019, a los 1.052 incidentes (un promedio de tres por día). Sin embargo, eso no es todo, puesto que el informe afirma que, en toda Europa, “los cristianos han sido despedidos, demandados e incluso arrestados por ejercer su libertad de expresión o de conciencia”.
Y mientras en varios países que pertenecieron a la Cristiandad, los sacrílegos y las blasfemias, aún al interior de los templos, quedan sin castigo, algunos gobiernos están comenzando a utilizar una cruel táctica de intimidación llegando a arrestar a activistas cristianos en sus propias casas y delante de su conyugue e hijos; como lo ha hecho la administración del “católico” Biden con los activistas provida Mark Houck y Paul Vaughn. Y el Reino Unido con la comentarista católica y madre de cinco hijos Caroline Farrow.
Ya, en el 2015 en la “Conferencia Mujeres en el Mundo”, nos lo advertía Hillary Clinton: “…Los derechos (refiriéndose en ese momento al aborto) tienen que existir en la práctica, no solo en el papel…Las leyes tienen que estar respaldadas con recursos y voluntad política. Y los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y los sesgos estructurales deben cambiarse”.
Y vaya que lo han logrado, puesto que nuestra civilización está sufriendo una transformación radical. Actualmente nuestra sociedad, antes cristiana, afirma que cada persona tiene derecho a elegir su camino con independencia de la autoridad de Dios y hasta en franca rebeldía a Su ley. Desafortunadamente, muchos católicos, buscando acomodarnos a este mundo “secular”, cambiamos nuestro lenguaje. Así, dejamos de defender los derechos de Dios, la verdad objetiva y hasta la ley natural invocando, en su lugar, la libertad religiosa y la libertad de conciencia con lo cual, en nombre de dichas libertades rechazamos la Verdad y con ello la garantía moral que sólo el cristianismo es capaz de otorgar.
Olvidamos que, como afirmó S.S. León XIII, es contrario a la razón que el error y la verdad tengan los mismos derechos. Debido a ello, las emociones y hasta las más bajas pasiones fueron sustituyendo las virtudes cristianas y perversas ideologías se fueron imponiendo con fiereza sobre las enseñanzas perennes de la iglesia. Y ahora, vemos con sorpresa y temor, como los más fundamentales principios están siendo rechazados no sólo por los organismos e instituciones seculares, sino desde los bancos de las iglesias y hasta de varios de sus púlpitos, llegando a tachar, a quienes se atreven a defender la Verdad, de extremistas, rígidos y radicales.
En nombre del progreso, la verdad es actualmente perseguida ferozmente, al grado que la elección, entre ser marionetas al servicio de un sistema perverso o arriesgarse a sufrir un martirio blanco (que no por incruento es menos cruel), es cada vez más real.
Alto parece el precio que debemos pagar por nuestro indiferentismo y comodidad. Sin embargo, es precisamente gracias a ello que muchos estamos despertando de nuestro letargo, dispuestos a retomar el camino estrecho y difícil mas glorioso. Finalmente, como nos recuerda Santa Teresa: “En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo”.
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