De manera constante se abren grietas en el proyecto lopezobradorista. Si al principio del gobierno cualquier renuncia o desviación era callada con adjetivos como conservador y neoliberal para acabar con el prestigio del renunciante, ahora la cosa es al revés: los adjetivos llueven sobre el gobierno y el equipo del presidente.
Se sabe: los tiempos políticos son difíciles, el espíritu canalla está sembrado en cualquier proyecto y apenas comienza el periodo final hay quienes saltan del barco, cambian de ruta o simplemente dan las gracias y se retiran discretamente del proyecto. Todo parece apuntar que el ambiente de trabajo en la autodenominada cuarta transformación está muy lejos de ser uno de compañerismo y camaradería. El golpe bajo, la maledicencia, las bajas pasiones, la ambición desbordada parecen ser la tónica alrededor del equipo presidencial. Mas allá de los secretarios que han sido despedidos de manera por demás majadera por parte del presidente –con sanciones que van desde “la ley del hielo” hasta el retiro de nombramientos para puestos prometidos–, lo que se puede ver es que –contrario a lo que dice– el fuerte del presidente sí es la venganza y alrededor del primer mandatario ya se despliegan las alas carroñeras.
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La salida de Tatiana Clouthier ha sido simbólica de los tiempos que atraviesan por el gobierno. Todos vimos el impulso que Tatiana le dio a la campaña de 2018. Su estilo le llevó frescura a una campaña cuyos personajes tendían más a lo rancio. No resultó extraño que la nombraran coordinadora de campaña. Después vino lo que ya se ha mencionado extensamente en columnas periodísticas en estos días: el insulto de nombrar a Bartlett, la negativa a darle Gobernación, un puesto sin brillo en la Cámara de Diputados y la Secretaría de Economía para tratar de arreglar problemas con el empresariado, que está asolado por los “rudos” del gabinete. Total, que llegó un momento en que la señora renunció. No ha dicho la razón central de su salida. Algunos dicen que no le gustó el enorme poder que han dado a los militares; quizá pues es algo que la mayoría de los votantes de AMLO no esperaba. Pero lo que expresó claramente es que lo que derramó el vaso “fue el chorro”, no la gota y que “una jauría rodea al presidente y no deja avanzar los proyectos, le llevan mentiras. Además, todos están metidos en la sucesión presidencial”. (La Jornada, 10/10/22). O sea que estaba harta, no había manera de avanzar y la ambición de los demás está por encima de los proyectos del presidente. Jauría, vale la pena recordar, es como se denomina a un grupo de perros enfurecidos.
Podemos pensar que Tatiana salió por cuestiones que tienen que ver con el declive, casi inevitable, del proyecto gubernamental. Pero no es la única persona que sale de tal proyecto. También en estas fechas John Ackerman, conocido activista gringo-mexicano, denunció haber sido víctima de censura por parte de miembros del gobierno y de Morena. Ackerman, al igual que Tatiana, desplegó una gran actividad en la campaña de 2018. Se trata de un individuo cuya conducta pública hacía dudar de su estabilidad mental. Casado con la primera titular de la Función Pública de este gobierno, Ackerman se hizo de amplias participaciones en programas de medios públicos. También era proclive a divulgar mensajes de corte pasional con su mujer, que fue cesada fulminantemente por el presidente hace varios meses. Casualmente Ackerman también denuncia la existencia de “una jauría” alrededor del presidente. Está perra la cosa.
Así pues, que algunos por hartazgo, otros porque ya es tiempo y otros porque les toca la purga, el gobierno comienza a hacer agua.
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