Como decía López Sanabria, donde termina el miedo empieza la libertad.
El pasado primero de julio el tsunami del lópez-obradorismo superó prácticamente todas las expectativas y arrasó incluso en estados como Nuevo León, que tradicionalmente habían sido percibidos como abiertamente hostiles contra la figura y el mensaje del ahora presidente electo. Sólo hubo una discrepancia en ese consenso electoral: Guanajuato, convertido en la única isla azul en medio de un mar de Morena.
Quien busque comprender por qué, necesita voltear la mirada tanto hacia la historia como la composición del panismo local. Y ese panismo guanajuatense, como alguna vez lo explicó el ya fallecido don Jorge Dávila (uno de los decanos de ese partido en el estado) “no se entendería sin la figura del doctor López Sanabria.”
Por eso acepté de inmediato el ofrecimiento, por parte del Dr. Éctor Jaime Ramírez Barba y la fundación López Sanabria, para editar y darle un nuevo giro a la biografía Juan Manuel López Sanabria, titulada ahora “El Principio del Cambio”, la cual tuvimos el honor de presentar el pasado lunes 3 de septiembre, en el teatro María Grever, de la ciudad de León. A continuación, les comparto algunas de las reflexiones que comenté en el evento.
Para quienes no sean de estos rumbos, López Sanabria fue durante varias décadas la principal figura de la oposición democrática en Guanajuato, líder regional de los panistas y una excepción en el panorama de la “grilla”, por su alto perfil de prestigio social en una época donde militar en un partido de oposición implicaba el desprecio o al menos el recelo de la alta sociedad, y la constante vigilancia de autoridades con un muy tenue sentido de la diversidad democrática.
Aun a pesar de eso, Juan Manuel López Sanabria logró convertirse en diputado y labrarse un prestigio generalizado en el ambiente político guanajuatense, pero irónicamente fueron las dos campañas que no ganó oficialmente las que generaron el mayor impacto en la historia del PAN y de Guanajuato: La elección a presidente nunicipal en 1976 y la elección a gobernador en 1985.
Especialmente la campaña de 1976 fue un parteaguas en más de un sentido. López Sanabria modernizó radicalmente la mercadotecnia de campaña, al apostar por una estrategia de cambios semanales en la publicidad, generando una gran expectativa, incluso a pesar de tener un presupuesto mucho más pequeño que el de su rival del PRI. Fue pionero también de los análisis de lo que hoy conocemos como rentabilidad electoral y de un discurso que bajo al PAN de las alturas de la filosofía al terreno de los hechos y a la voz de la gente. Como reconoce Ling Altamirano, Acción Nacional le debe a López Sanabria “la apertura a sus propias bases”, es decir, a los militantes que hacen el trabajo en las colonias y en las comunidades.
El resultado de esa campaña fue un triunfo contundente, justo en 1976, el peor año en la historia del PAN, cuando el partido estaba tan dividido que ni siquiera pudieron presentar candidato a la Presidencia de la República, y cuando muchos veían al blanquiazul sumido en una decadencia irreversible. Justo ahí, López Sanabria ganó el voto de los leoneses, pero el régimen no estaba dispuesto a reconocerlo.
Siguieron semanas de tensiones y finalmente un punto medio. Aunque la victoria de Juan Manuel no fue aceptada, el candidato del PRI no consiguió consolidar la usurpación, y en su lugar se nombró a una Junta de Administración Civil, cuya exitosa gestión marcó el inicio del León moderno, incluyendo el arranque de la construcción de los bulevares y del Poliforum, que hoy definen el paisaje urbano y productivo no sólo de la ciudad, sino del estado.
Nueve años después, en 1985, el propio López Sanabria encabezó la campaña a gobernador que impulsó la consolidación de una estructura panista a nivel estatal y demostró que el partido estaba por fin listo para competir de tú a tú con el PRI en las grandes ligas y no solo en municipios aislados.
Un año más tarde falleció en un accidente automovilístico, y no pudo ser testigo de los grandes triunfos que lograron sus pupilos a partir de 1988, pero su influencia en ellos es indiscutible, y en su legado hay 5 cosas que sus compañeros de partido y los ciudadanos en general haríamos bien en tener en cuenta:
• Recuperar la valentía, para enfrentarse al sistema incluso cuando todas las circunstancias están en contra.
• Recuperar la alegría, para evitar la tentación de cinismo pesimista, tan peligrosa en la arena pública.
• Recuperar la efectividad, para entender que no se trata de oponerse por el mero testimonio, sino de hacer todo lo que se pueda, y hacerlo bien.
• Recuperar la humildad, algo que les urge a los líderes sociales en este país, pero una humildad de a de veras, no de retos Tupperware.
• Recuperar la esperanza, de que la situación puede mejorar y de que en nuestras manos está al menos una pequeña parte de esa solución.
Seguramente no era perfecto, pero fue uno de los mejores y más efectivos ejemplos de vida en la oposición mexicana al viejo PRI, y por ello es muy necesario recuperar su legado en el 2018, especialmente para quienes tras el primero de julio quedamos convertidos en la oposición, desde los partidos y desde la sociedad, al nuevo monstruo de estado, que ahora se llama Morena. Pues ahora, como en 1976, y como decía López Sanabria: “Donde termina el miedo empieza la libertad”.
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