Los panistas tomaron nota y varios de ellos actuaron en consecuencia.
El dicho no miente: para la decadencia no hay límites, siempre se puede llegar más bajo. En la vida política nacional, el PAN nuevamente ha dado una muestra de la verdad encerrada en esas palabras. No contentos con el peor resultado electoral en decenas de años, con el menor número de diputados desde los 80 y humillados en la elección presidencial, por una diferencia de ‘apenas’ treinta puntos, la directiva panista ha decidido agandallarse los lugares de decisión en las bancadas legislativas.
Tan sólo la semana pasada se consolidó otra de sus brillantes ideas: haber postulado a Emilio Álvarez Icaza y dos de sus seguidores a una senaduría y dos diputaciones. Se les comentó, se les dijo, se les advirtió que no iban a llegar a nada con ese señor, que habían subido al tren a alguien que no movería un dedo por ellos y que en el fondo los despreciaba. Dicho y hecho, hace unos días anunció su posición de “independiente”, disminuyendo nuevamente el número de legisladores del blanquiazul. Pero quien avisa, no traiciona, y Emilio avisó. También se les dijo claramente que no llegarían a ningún lado con el famoso Frente, y menos aún en caso de perder. Nada, oídos sordos, Anaya y su corte siguieron en su estrategia perdedora. El día de ayer el PRD anunció que no habrá frente legislativo y que cada grupo parlamentario irá por su lado.
Claro que no es una hecatombe lo señalado en el párrafo anterior, se trata simplemente de la tercera llanta ponchada. Cada vez se hace más difícil avanzar y presentarse de una buena manera ante la ciudadanía. Y la directiva nada más se aferra a los escasos centavos que les van a tocar. Y me refiero al dinero, porque es lo que han mostrado que les mueve, porque querer rediseñar el partido, cambiar el mensaje, meterse a fondo en su crisis, parece que no tienen ni la más mínima intención. Es más, Damián Zepeda y sus empleados ni siquiera han sido capaces de generar un buen pleito que los lleve a tocar fondo y tratar de arreglar los problemas, o siquiera provocar una situación conflictiva que finalmente los lleve a un arreglo. Al contrario, provocan a los demás, desprecian la historia de su partido, están convertidos en unos vándalos que se agandallan lo que pueden. Podrían trabajar en Bimbo.
Solamente en un cerebro descompuesto cabe la posibilidad de que si te quedas de mala manera con uno de los puestos más importantes de tu partido para los próximos años, nadie va a responder ni se va a molestar.
Lo peor es pensar eso cuando presidiste el partido en la elección con los peores resultados, y el candidato era tu jefe y benefactor. Si Zepeda tuviera un ápice, ya no de dignidad, sino de inteligencia y sentido del decoro, no se hubiera designado coordinador de los senadores panistas. Hacerlo no solamente echó por la borda el resto de imagen positiva que pudiese tener en estos momentos, sino que generó una reacción en cadena en el propio PAN. El pobrecito Gustavo Madero, al que Damián y su jefe Anaya traicionan cada año en público con nuevas promesas, se manifestó entristecido porque se había equivocado, nuevamente, al apoyarlos. Los no panistas tomaron a burla el que Zepeda nombrara a Zepeda en el cargo.
Pero los panistas tomaron nota y varios de ellos actuaron en consecuencia. Hasta hace pocos días, no se ponían de acuerdo diversos grupos para competirle al candidato anayista, Marko (sí, con K) Cortés. La jugada de Damián Zepeda fue demasiado lejos y unió a los opuestos que han sacado un candidato entre todos para competirle al anayista. Todo parece indicar que ahora sí los van a tumbar, así que posiblemente no estemos ante la recomposición del PAN o su recuperación, pero muy probablemente esté cerca del fin del anayismo.
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