La vida la poseemos todos los seres humanos en idéntica medida, pero hay una exigencia moral fuerte, la exigencia de cuidar y procurar la vida propia y la de los demás.
La fecha llegó: el 8 de agosto el Senado argentino tuvo la tarea de aprobar o no la ley que despenalizará el aborto.
El resolutivo fue un rechazo a la iniciativa aprobada con antelación por los Diputados, en medio de un debate sobre la vida, la muerte, el Estado, el género, el sexo, la salud pública, la política y la sociedad.
¿Cómo se juzga ante el mundo este hecho?, ¿hay satisfacción legal, moral, ciudadana, humana? ¿Existió justicia?
Podemos aproximarnos a la noción de “derechos humanos” expresión compuesta por dos unidades semánticas:
⁃ Derecho: facultad o potestad que le asiste a una persona.
⁃ Humano: titularidad propia de quien posee el derecho.
Por eso los “derechos humanos” no se contrapuntean con ninguna ley, al contrario, se homologan y complementan, son directamente proporcionales y su relación es de beneficio.
Desde esta óptica, la vida se ubica como el derecho más grande y privilegiado que poseemos, y nos viene por el acto de la concepción ¿no sería contradictorio pensar que atentar contra la vida es un derecho? La vida nos da los derechos, ¿tenemos facultad para acabar con ella? ¿Un “derecho” acaba con la fuente de los derechos?
¿Es una razón de peso argumentar que de todos modos se practican abortos ilegales y que es preferible legalizarlos para evitar el medio millón de legrados fuera de lo normativo?
Argentina a través de sus órganos de decisión para orientar la vida pública ha optado por lo universal, lo igualitario, lo intrínseco, lo absoluto, lo prioritario, lo individual, lo comunitario, lo irrenunciable, lo inalienable, lo sagrado y lo humano.
La vida la poseemos todos los seres humanos en idéntica medida, pero hay una exigencia moral fuerte, la exigencia de cuidar y procurar la vida propia y la de los demás, no atentar contra nadie.
No existe poder alguno agregado de ninguna mayoría o democracia, ni del Estado, ni del “bien común” o cualquier otra denominación similar, para justificar moralmente su violación o más aún, su atentado.
¿Es correcto usar el término “interrupción”?
Más que correcto, es violento. Pues en su origen, la palabra interrumpir viene del latín “interrumpere” que quiere decir “cortar la continuidad, romper en pedazos y poner un espacio entre los pedazos”.
No es el embarazo lo que se interrumpe. El embarazo como hecho ontológico ya está, es, existe; y con ello existe un ser vivo. Se interrumpe el desarrollo de la vida, la “gestación” que prepara el nacimiento. Sin embargo, vida ya hay – cuerpo, alma, espíritu.
El Papa Francisco ha calificado el aborto como “homicidio de niños” y lo ha comparado con las prácticas nazis, aunque -dijo- con “guante blanco”. Señaló con énfasis que hoy en día “está de moda, o al menos es habitual”, hacer ciertos exámenes en los primeros meses del embarazo para ver si el niño está sano o tiene algún problema y, en este último caso, “la primera idea es: ‘¿nos deshacemos de él?'”. Para Francisco, esto es un crimen ya que para tener “la vida tranquila se mata a un inocente”.
Sirva traer al texto con profunda emoción el testimonio del afamado tenor Andrea Bocelli, quien comparte:
“Una madre embarazada fue al hospital por una apendicitis, pero los médicos al terminar los tratamientos le sugirieron abortar porque el bebé nacería con alguna discapacidad. Ella decidió no abortar, el niño nació. Esa mujer es mi madre, yo era el niño”.
Y como este testimonio sin duda muchos más que rescatan la valía de lo trascendente, de lo bueno y bello, de lo providencial. He aquí el verdadero progreso, porque más que perder, se gana, se suma, se integra.
Si se habla de progreso jamás se podrá ir en retroceso, sería contradictorio. Un progresista no debería optar por la decadencia de la vida. El progreso nunca ha sido barbarie, muerte, asesinato; y la muerte nunca, jamás, de ningún modo, en lo absoluto, bajo ninguna circunstancia se permite, aprueba o más aún, se legaliza.
Dicho en palabras de Ronald Reagan (Presidente de Estados Unidos de 1981 a 1989): “El aborto es defendido por gente que ya ha nacido”.
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