“Nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado”.
“Si un miembro sufre, todos sufren con él”. Con esta frase de San Pablo, partió el Papa para escribir una carta al Pueblo de Dios, con motivo de los casos de abusos a menores realizados por sacerdotes y consagrados que fueron documentados por un informe gubernamental en Pensilvania, Estados Unidos, que revisa los últimos 70 años.
“Nunca será suficiente lo que se haga para pedir perdón y buscar reparar el daño causado. Nunca será poco todo lo que se haga para generar una cultura capaz de evitar que estas situaciones no solo no se repitan, sino que no encuentren espacios para ser encubiertas y perpetuarse”.
Aunque los casos, en corresponden mayormente al pasado, el Santo Padre señaló que las heridas nunca prescriben.
“Con el correr del tiempo hemos conocido el dolor de muchas de las víctimas y constatamos que las heridas nunca desaparecen y nos obligan a condenar con fuerza estas atrocidades, así como a unir esfuerzos para erradicar esta cultura de muerte; las heridas ‘nunca prescriben’. El dolor de estas víctimas es un gemido que clama al cielo, que llega al alma y que durante mucho tiempo fue ignorado, callado o silenciado”.
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El Papa Francisco reconoció que el clamor de las víctimas llegó a ser ignorado o acallado, e incluso en el intento de resolverlo se llegó a la complicidad.
“Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas. Hemos descuidado y abandonado a los pequeños”, afirmó en el texto.
Además, hizo suyas las palabras del entonces Cardenal Joseph Ratzinger, de Vía Crucis del 2005, quien acusó una gran suciedad al interior de la Iglesia.
El pontífice indicó que tomar conciencia no basta e insistió que si en el pasado la omisión fue predominante, ahora lo debe ser la solidaridad, que nos debe llevar a denunciar, ponga en peligro la integridad de cualquiera, y luchar contra todo tipo de corrupción, en especial la espiritual.
Reconoció los esfuerzos para paliar esta situación como “tolerancia cero” aunque reconoció que la Iglesia se ha demorado en la implementación de medidas.
El Papa afirmó que ‘nadie se salva solo, como individuo aislado’.
“La única manera que tenemos para responder a este mal que viene cobrando tantas vidas es vivirlo como una tarea que nos involucra y compete a todos como Pueblo de Dios” agregó.
Su Santidad enfatizó la practica de la oración pero también del ayuno.
“La dimensión penitencial de ayuno y oración nos ayudará como Pueblo de Dios a ponernos delante del Señor y de nuestros hermanos heridos, como pecadores que imploran el perdón y la gracia de la vergüenza y la conversión, y así elaborar acciones que generen dinamismos en sintonía con el Evangelio”, señaló.
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