Las personas llegan a morirse como resultado de padecer trastornos de la alimentación.
Es una terrible experiencia para cualquier persona observar que alguien a quien quiere estar deliberadamente matándose de hambre; o ver como un ser querido se encuentra atrapado en los ciclos de voracidad y/o purga, tampoco es fácil.
La “anorexia o auto-inanición” es un desorden en la alimentación que se ve en especial entre las mujeres jóvenes. Consiste en el “rechazo a mantener un peso corporal mínimo normal; en un miedo intenso a ganar peso, y en una alteración significativa de la percepción de la forma o tamaño del cuerpo”
Las causas son variadas: reacción a la extrema presión social de ser esbelta, perturbación psicológica relacionada con el miedo a crecer en la sexualidad; situación familiar, o hasta una enfermedad física.
Otro desorden en la alimentación muy relacionado a la anorexia y que afecta en primer lugar a las niñas es la llamada “bulimia nerviosa”.
Consiste en “atracones y en métodos compensatorios inapropiados para evitar la ganancia de peso, que deben producirse al menos en un promedio de dos veces a la semana durante un periodo de tres meses”
Las personas que la padecen se obsesionan con su peso y la forma de su cuerpo. No adelgazan demasiado, pero se sienten abrumadas de vergüenza, desprecio por sí mismas y depresión ocasionadas por sus anormales hábitos alimenticios.
Muy conocidos por todos es la “obesidad”, término clínico que se aplica a las personas que tienen un 20% o más de su peso teórico, causando sentimientos de inseguridad, miedo, baja autoestima, codependencia, minusvalía y culpabilidad.
Existen también el llamado “comedor compulsivo”, que presenta episodios recurrentes de comer una cantidad mayor a la normal, de forma rápido, hasta sentirse totalmente; o bien, comer grandes cantidades sin tener hambre acompañados de sentimientos de culpa, depresión y malestar.
Y el último que me gustaría mencionar es la llamada “bulimarexia”, que se refiere a la anoréxica que se vale de los atracones de comida como forma de enfrentar los repetidos y violentos retortijones de hambre que siente, y luego vomita o se purga para mantener su peso en niveles muy bajos, de manera que se deshace de todo lo que come.
Es probable que, desde el punto de vista físico, este sea el trastorno de alimentación más peligros y de mayor riesgo para la vida.
Ahora bien, ¿cómo hablarle a una persona con alguno de estos trastornos? ¿tienes algún familiar o ser querido en esta situación?
Antes que nada, dile que la quieres y que estás preocupado por ella. Exprese estas palabras de manera natural de acuerdo a su personalidad, ya que la persona puede mostrarse sospechosa hacia usted y teme ser manipulada.
Después de esto, dile porque te encuentras preocupado, describe específicamente aquello que has visto u oído que te ha alarmado. Al principio te puede negar generalidades, pero si le das fechas, horas y conductas específicas, podrá más fácilmente reconocer patrones poco saludables.
Los siguientes aspectos no funcionan: hacer burla, molestar, discutir, rogar o negociar. Ninguna de estas aproximaciones tendrá un resultado positivo.
Hazle saber que la comida y el peso son únicamente una parte del problema. No la trates de convencer de que todo estaría bien si tan solo comiera de manera normal. Ella tiene que trabajar en cuestiones de baja autoestima, problemas de relaciones interpersonales, tal vez problemas familiares.
Cambiar los hábitos de alimentación no hará que cambien ninguno de estos aspectos.
Si esta persona es tu hija o hija menor de 18 años, consíguele de inmediato ayuda médica y psicológica. Las personas llegan a morirse como resultado de padecer trastornos de la alimentación.
Si es una amiga o compañera de clase que no busca ayuda, involucra a otras personas para que hablen con ella. Solicita ayuda de sus padres, esposo, miembros de su familia.
Si es mayor de 18 años, anímala para que hable con un médico o consejero, ya es mayor de edad y la decisión de aceptar o rechazar la ayuda es de ella.
Por último y muy importante: pon límites para cuidarte a ti mismo y al resto de la familia. No dejes que esta persona abuse de su generosidad y manipule a todos; exígele en las labores de la casa y en las reglas establecidas. Pero ante todo demuéstrale mucho amor, que la solución no está en tus manos sino en un equipo de profesionales.
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Lucía Legorreta de Cervantes cervantes.lucia@gmail.com
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