Masa y poder

“No hay diferencias para él entre comprar y regalar; con su dinero (el del pueblo) masivo recubre los objetos hasta incluirlos en él; con dinero y objetos recubre a los hombres, hasta conquistarlos para él.” Elías Canetti



Desde al 2 de julio pasado, mucha tinta ha corrido tratando de hacer un análisis de lo ocurrido el día primero. Ni los propios morenistas, dicho por ellos mismos, esperaban un resultado tan arrollador a su favor. He aquí un pequeño ensayo de lo que en mi opinión no sucedió el día primero de julio sino mucho antes y, lo más importante, lo que puede suceder en el futuro. No hay ninguna sorpresa en el comportamiento de López Obrador. Aquéllos que pensaban que ya había cambiado, que se había moderado, que su talante era en los últimos tiempos conciliador, sobre todo después de haber ganado las elecciones, hicieron una muy mala lectura de su real personalidad.

Sólo un hecho fue suficiente para que el ganador de las elecciones mostrara su verdadero rostro, verdaderamente patético: la multa del INE a su partido Morena. En vez de dejar que alguien de su equipo tratara de explicar lo sucedido con el famoso fideicomiso, interpretó la multa no como un acto jurídico y, por lo mismo, impugnable por la vía jurídica, sino como una injuria a su persona. Acusó al INE de vengativo (¿de qué se vengó?). Desautorizó, de entrada, a una de las instituciones más confiables que tenemos y calificó al Instituto de “conservador”. Pero no vamos a hablar de eso, sino del fenómeno que provocó, no la victoria de López, sino lo que ésta puede significar para México: un verdadero peligro.

Ortega y Gasset nos brinda un certero análisis del fenómeno que estamos viviendo, no solamente en México sino en otras partes del mundo, incluidos los Estados Unidos. En su obra escrita en 1930, La Rebelión de las Masas, describe lo que pasa en Europa antes de la Segunda Guerra Mundial y profetiza de alguna manera lo que pasará después de ella, de ahí que el mismo don José califica su libro de profético en 1951. “En lo político –dice Ortega- tiranía. El demos es tiránico. Confusión en nombre de la democracia. Cuando esto acontece nadie puede oponerse. Las masas arrollan todo. Sólo tienen una posible corrección: las catástrofes, cansancio de las masas. Pérdida de la fe en sí mismas.” (Sobre la Rebelión de la Masas, conferencia dictada en la Universidad de Glasgow en 1951). Pero cuando sobrevienen las catástrofes y las masas se cansan, ya es demasiado tarde. En Venezuela, en Cuba, en Nicaragua y otras partes del mundo está ocurriendo: las masas están cansadas, arrepentidas, pero los tiranos no se cansan ni se arrepienten… Por cierto, mientras escribo esto me llega la noticia de que López Obrador envió a una representante a Nicaragua para solidarizarse con el tirano Daniel Ortega, y acusar a las “fuerzas imperialistas” y a los obispos de golpistas, para justificar la matanza de nicaragüenses que está haciendo el gobierno socialista, encumbrado otrora por las masas.

En otro libro intitulado Masa y Poder (Ed. Alianza Editorial, Madrid, 1960), Elías Canetti define, como en una especie de antropología patológica del poder, lo que pasa con dos enfermedades: la del ambicioso del poder por el poder, y la del que está deseoso de ser comprado, enajenado por el poder que se anuncia como salvación de la masa. Comprado, sí, aún sin saberlo. Porque escucha lo que siempre ha querido escuchar: “tu felicidad depende de mí”, sólo basta con que me sigas fielmente, es lo único que te exijo, y yo me ocupo del resto. En esta especie de enfermedad, el populista se siente investido de un poder superior, y cualquier cosa que se oponga a la realización de lo que en su imaginación quiere la masa (en realidad su propio deseo), inmediatamente es considerado como un desafío del otro, del que no ha caído bajo el hechizo de sus palabras y de sus promesas, en pocas palabras, del que no lo necesita para cambiar su realidad.

El texto más claro, empero, que sobre el tema he encontrado se debe a Pío XII, en su radiomensaje de Navidad de 1944. En él hace una clarísima distinción entre lo que se debe entender por pueblo y por masa:
“El pueblo vive y se mueve con vida propia: la masa es de por sí inerte y no puede ser movida sino desde fuera.”

“El pueblo vive de la plenitud de vida de los hombres que lo componen, cada uno de los cuales —en su propio puesto y a su manera— es una persona consciente de sus propias responsabilidades y convicciones. La masa, por el contrario, espera el impulso del exterior, fácil juguete en las manos de cualquiera que sepa manejar sus instintos o sus impresiones, pronta para seguir alternadamente hoy esta bandera, mañana aquella otra.”

“De la exuberancia de vida de un verdadero pueblo, la vida se esparce, abundante y rica, por el Estado y por todos sus órganos, infundiendo en ellos, con vigor incesantemente renovado, la conciencia de su ‘propia responsabilidad, el verdadero sentido del Bien Común. Sin embargo, de la fuerza elemental de la masa, manejada y aprovechada con habilidad, puede servirse también el Estado: en las manos ambiciosas de uno solo o de muchos, agrupados artificialmente por tendencias egoístas, el propio Estado —con la ayuda de la masa, reducida a simple máquina— puede imponer su capricho a la parte mejor del verdadero pueblo: el interés común queda así golpeado gravemente durante largo tiempo, y la herida es con frecuencia muy difícil de curar.”

“De ello se desprende claramente otra conclusión: la masa —tal como acabamos de definirla—es la enemiga capital de la verdadera democracia y de su ideal de libertad y de igualdad.”

“En un pueblo digno de este nombre, el ciudadano siente en sí mismo la conciencia de su personalidad, de sus deberes y de sus derechos, de su propia libertad unida al respeto, la libertad y a la dignidad de los demás. Todas las desigualdades, que no nacen del arbitrio, sino de la propia naturaleza de las cosas, desigualdades de cultura, de riquezas, de posición social —sin perjuicio, claro está, de la justicia y de la caridad mutua—, no son de hecho un obstáculo para que exista y predomine un auténtico espíritu de comunidad y de fraternidad. Por el contrario, lejos de perjudicar de ningún modo la igualdad civil, dichas desigualdades le confieren su legítimo significado; es decir, que, frente al Estado, cada uno tiene el derecho de vivir honradamente su propia vida personal en el puesto y en las condiciones en que los designios y las disposiciones de la Providencia le han colocado.”

No estoy diciendo que necesariamente tenga que cumplirse la catástrofe, como bien señala Ortega y Gasset, que acompaña generalmente a la rebelión de las masas. Sin embargo, el gran peligro que se cierne sobre México, como se puede deducir de este breve análisis comparativo de textos que nos orientan sobre la distinción necesaria entre pueblo y masa, es el riesgo que, como espada de Damocles, pende sobre nuestro país de transformar la fuerza elemental de la masa (no hay otra manera de explicar lo que sucedió el 1° de julio), en enemigo de la libertad y del bien común.

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