¿Es que en realidad hay mayor número de personas en el mundo que están a favor del aborto?
Una galería de fotos publicada hoy en el sitio de internet de Aleteia, en su versión portuguesa, muestra de forma gráfica la fuertísima reacción de los católicos y otros grupos religiosos y civiles ante la escalada de leyes abortistas a nivel mundial. Italia, España, Irlanda, Argentina, México, Estados Unidos, Polonia y otros países han visto reunirse recientemente en sus calles a enormes multitudes de personas que piden que la vida humana se respete en todas sus fases, y de modo especial durante el embarazo. Las fotos muestran avenidas y plazas colmadas por numerosísimas muchedumbres de personas unidas por un mismo objetivo: defender el derecho de todos, en especial de los niños no nacidos aún, a vivir, y consecuentemente, exigir a sus gobiernos la no aprobación, o la derogación, de leyes que permitan el aborto.
Mas, como lo demuestra la realidad, esas muchedumbres no han sido suficientemente grandes para convencer a los legisladores de que voten a favor de la vida y en contra de la liberación del aborto. Irlanda, tradicionalmente uno de los bastiones de la defensa de la vida, recientemente aprobó, como resultado de un referéndum, la derogación de la prohibición legal del aborto. Los parlamentarios argentinos, hace unos días, aprobaron legalizar el aborto. En Estados Unidos y Gran Bretaña el aborto continúa siendo un “derecho humano duramente ganado” por los grupos abortistas. La prensa norteamericana hace público estos días el temor de gran parte de la ciudadanía de que la anunciada renuncia a la Suprema Corte de Justicia del Magistrado Anthony Kennedy, férreo defensor del aborto y las causas LGTB, le brinde a Donald Trump la oportunidad de substituirlo por un juez pro vida.
¿Quiere todo esto decir que el número de ciudadanos que en el mundo favorecen el aborto es superior al de los que favorecen la vida? ¿Las muchedumbres de defensores de la vida que aparecen en las fotos no son representativas de la mayoría de los habitantes del planeta?
Me atrevo a decir que lo que pasa en realidad es que los números no se pueden calcular a partir exclusivamente de las fotos. Hay varios factores que pueden ser identificados como los verdaderos determinantes de lo que está aconteciendo. Por principio de cuentas, las muchedumbres pro vida están normalmente formadas por simples ciudadanos o grupos religiosos que salen a la calle a expresar su voluntad sin contar con respaldo alguno político o económico. Son pura buena voluntad. Ni los poderes políticos, ni los económicos, ni los de los órganos informativos tienen interés en secundarlos. No les prestan atención alguna. Al contrario. La apuesta de estos grupos de poder está al lado de los abortistas. Estos últimos no requieren reunir muchedumbres para avanzar sus agendas. Grupos económicos poderosos llegan a obligar a los políticos a arrodillarse ante ellos y promover leyes adversas a la vida. Si observamos este problema en forma de una curva de probabilidades podremos constatar que los grupos provida activos, así como sus contrapartes de los grupos pro aborto, componen cada uno más o menos el 15% de la población, y se ubican en los extremos opuestos de la curva. Y encontraríamos al 70% restante en el espacio entre esos dos extremos. Es la mayoría silenciosa. La que no quiere salir a la calle a dar su opinión, porque o no tiene un conocimiento claro ni una opinión bien formada respecto a la vida intrauterina -no sabe a ciencia cierta, por ignorancia inculpable la mayor parte de las veces, si el ser anidado en el vientre materno es una persona o no-, o porque por alguna razón particular prefiere guardar silencio. La vida es más fácil si uno no se mete en problemas que probablemente serán siempre de alguien más. A mí qué me interesa si la hija del vecino está embarazada por andar de loquilla o por una violación- piensan algunos de estos silenciosos-. Si esa chica decide abortar, ¿a mi qué me importa? Otros más pensarán que mientras el mundo no se ponga de acuerdo sobre si el aborto es bueno o malo, es mejor adoptar esa indefinición como criterio para no verse envueltos en angustiosos dimes y diretes morales. No vaya a ser que un mal día se vea uno en la disyuntiva de abortar o no. La ignorancia quita la culpabilidad, se dicen a sí mismos.
Este 70% de dudosos o acomodaticios son los que hacen que la balanza se incline hacia un lado o hacia otro. Desafortunadamente, siempre es más fácil convencer a alguien de hacer el mal que de hacer el bien. Es más fácil inclinar la balanza hacia la opción más cómoda. Y la conclusión es obvia para los defensores de la vida: hay que reducir esa cifra. Pronto. Las muchedumbres en favor de la vida deben ser mucho mayores. Debe generalizarse lo más posible el conocimiento sobre la realidad del aborto: su naturaleza y los efectos perniciosos que produce en la vida de las mujeres que se someten a él y en la vida de las sociedades que lo permiten.
A los cristianos, por lo pronto, nos convendría nunca perder de vista esas palabras de San Ireneo de Lyon, cuya fiesta celebramos hace un par de días: “La gloria de Dios es el hombre vivo”.
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