El pasado domingo estuve en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. Celebró la Santa Misa del mediodía, el Sr. Cardenal Arzobispo de México, Monseñor Carlos Aguiar Retes.
No obstante que hacía pocos minutos acababa de terminar el partido de fútbol del equipo de México contra Alemania, en el Mundial de Rusia, y que era día del padre, esta Basílica dedicada en honor de la Santísima Virgen María se encontraba llena de familias.
Puntualmente, el Sr. Cardenal celebró el Santo Sacrificio del Altar. Me pareció importante destacar su homilía porque afirmó lo siguiente, no sólo a todos los ahí reunidos, sino a todos los feligreses de su Arquidiócesis en general:
1. Que es muy importante velar por el respeto a la vida humana desde el momento de la concepción hasta su muerte natural. Porque la existencia de cada ser humano es sagrada e inviolable y nada ni nadie puede atentar contra ella. El respeto y promoción de la vida humana se encuentra dentro de los derechos humanos fundamentales y sobre el que se fundamentan todos los demás derechos.
2. Que es esencial conservar el amor y a unidad entre las familias, escuela de virtudes y valores. Que los esposos se deben de querer, comprender, perdonar, disculpar y, con ese ejemplo, se logrará que en cada hogar reine un ambiente de armonía, de mutuo afecto y cariño verdaderos.
3. Que ninguna autoridad de esta tierra puede arrebatar el derecho prioritario de los padres a la educación y formación de sus hijos, particularmente en materia de fe y moral cristianas.
4. Que si queremos una sociedad sana y con un tejido estable y consistente, libre de vicios y perversiones, se requiere poner particular esmero en cuidar la integración, la unidad y el cariño entre los miembros de cada familia.
5. Resulta cada vez más necesario proclamar el derecho a la libertad religiosa. Se trata de un derecho medular de la persona humana. Los padres pueden y deben de educar a sus hijos conforme a la fe que profesan.
6. Finalmente, hizo un urgente llamado a rezar por la paz social de México, particularmente ahora que se acercan las próximas elecciones políticas del primero de julio, para que cese toda división y ruptura entre los ciudadanos y que, todos juntos, construyamos una mejor Patria para las familias y una nación donde existan oportunidades de progreso material, espiritual y cultural para todos los ciudadanos.
Después de esta homilía, me quedé pensando que, gracias a Dios, tenemos a un Cardenal con firmes convicciones, que quiere profundamente a su feligresía, a nuestra Patria y desea la pacífica y grata convivencia entre todos los ciudadanos. Del mismo modo, está procurando -por todos los medios a su alcance- el fomentar la unidad, la solidaridad y el bien común para que tengamos una paz social donde se pueda edificar el México que todos queremos.
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