Todos sabemos bien qué va a pasar con la Selección y con las elecciones…
De los resultados que cada quien saca del debate del pasado martes no parece haber mucho consenso, salvo del de que no movió para nada los datos de las preferencias electorales. Creo que el formato del segundo debate fue más ágil para el público y facilitó el desempeño de los candidatos al poder estar en movimiento. De cualquier manera, hay que felicitar al INE por la actitud innovadora en la organización de los tres eventos.
Andrés Manuel parece que solamente se preparó para el segundo porque en el primero y en este último su desempeño fue malísimo. Es una mezcla de soberbia con el miedo a que se descubra que no sabe nada de nada. Su posición en las encuestas le permite este comportamiento. Por supuesto, tiene el problema de que se exhibe porque es imposible no transmitir algo ante las cámaras de televisión. Por ejemplo, sus gestos de rabia contra Anaya –que fueron gran materia para los memes- expusieron al Andrés colérico que muchos temen. Su vaga noción de la economía también quedó expuesta. Por otro lado, sus adversarios ya pusieron en la mira a cercanos al candidato y fundador de Morena por supuestos vínculos de una de sus propuestas para el gabinete con Odebrecht. Y la exhibición de que tiene un constructor favorito al cual se le dieron asignaciones directas a la manera que tanto critica del PRI y del PAN, cuando gobernó en la CDMX, lo pusieron contra las cuerdas. Los apellidos Riobóo y Jiménez Espriú ya tienen la lupa encima y no será fácil escapar de ella.
José Antonio Meade estuvo tranquilo y respondía con solvencia todo tipo de preguntas. Es claro que lo suyo es la cosa pública. Sin importar el área de que se trate, tiene los números en la cabeza y sabe bien qué se puede y qué no se puede hacer con el presupuesto gubernamental. Para quienes sostienen que es el más capacitado de los tres para ejercer la presidencia, los debates les dan la razón plenamente. Porque si bien es cierto que estos eventos no dan las vueltas que algunos piensan que dan, permiten conocer a los candidatos y creo que Meade logró ese objetivo con claridad. Quizás el conocerlo le ha permitido a muchos hacer a un lado el logo del partido que representa y de ahí su repunte en encuestas.
El caso de Anaya no deja de ser llamativo porque tiene unas dotes naturales para la polémica; sin embargo, no logra que éstas –por más que digan que ganó el debate– le ayuden a pasar encima de sus adversarios. Me sorprende que en el evento y los días posteriores haya una palabra que ronda en torno a Ricardo: cárcel. Ya sea que él promete meter a la cárcel a cualquier priista o que sus enemigos digan que él tiene que estar en la cárcel y que es un delincuente. La cárcel parece haberse convertido en un eje de su proyecto electoral. Lo que es claro es que Ricardo tiene una rara cualidad para que medio mundo lo odie y le quiera partir la madre. Las miradas envenenadas que le lanzaba AMLO no salen ni en las telenovelas; la insistencia de Meade en decirle ladrón, delincuente. No debe ser un ambiente muy halagador en el que se desenvuelve el panista. En este debate se vio menos seguro, con poca concentración, lo que no obsta para decir que su desempeño también fue bueno.
Se acabaron los debates, comenzó el Mundial de Futbol y con ello el sufrimiento de ver a nuestra Selección. También las campañas empezaron su bloque final. Salvo alguna sorpresa, todos sabemos bien qué va a pasar con la Selección y con las elecciones.
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