Como todo en la vida, si elevas mucho algo caerá por su propio peso, y en el caso del ser humano, todo parece emular el movimiento de un péndulo…
La postmodernidad surge como un movimiento reaccionario frente a los fenómenos políticos, sociales y militares del sigo XX y se continúa con el desencanto hasta el siglo XXI.
Muchos culpan a la segunda guerra mundial como la navaja que terminó por cortar la garganta de la fe en la humanidad; y el punto final en los sistemas anticuados con los que los estados se habían manejado hasta el momento. Sin embargo, sería injusto y hasta miope señalar un único evento como causante del desencanto humano.
Muchos de los movimientos antisistémicos de la postmodernidad se desarrollaron ideológicamente mucho antes de que el siglo siquiera comenzara. Tal es el caso del Marxismo y las ideologías desarrolladas por diversos pensadores alemanes que derivarían en el fascismo y el nazismo.
Karl Marx, por ejemplo, vivió en el Londres de la segunda revolución industrial, un lugar en el que era mucho más sencillo perder la fe en la humanidad que el mismo campo de batalla.
En los campos por lo menos se encontraba camaradería, amistad, y médicos dispuestos a ofrecer ayuda a los necesitados, mientras que el Londres industrializado era una jungla de engranajes en la que cada hombre se valía por sí mismo. Ahí, la clase trabajadora estaba sobreexplotada, con sueldos patéticos y leyes laborales que podrían ser consideradas por lo menos barbáricas e inhumanas para los estándares modernos.
El trabajo infantil y la represión policiaca eran el pan de cada día, no había defensor de los trabajadores, ni algún funcionario que saliera a dar la cara, porque al sistema le convenía que el trabajador se mantuviera silenciado y sobreexplotado, aunque eso costara vidas inocentes.
En un contexto así, es lógico asumir que fenómenos como el Marxismo y el sindicalismo surgieran, siendo ahora parte importante de la vida moderna, como factores de poder imposibles de ignorar.
Como causa secundaria a las condiciones inhumanas en el aspecto laboral, también se debe considerar que la sociedad se encontraba en un estado de puritanismo y conservadurismo irracional.
Estas condiciones solo abonaron a que el mundo occidental se volviera eventual y progresivamente más frágil, un efecto contrario al que pretendían, volviendo cada vez más rígidas las convenciones sociales, pues en vez del pragmatismo, de purgar las practicas innecesarias, prefirieron convertir a la sociedad en un ente pétreo e inerte.
Como todo en la vida, si elevas mucho algo caerá por su propio peso, y en el caso del ser humano, todo parece emular el movimiento de un péndulo, balanceándose de un lado al otro, y con mas violencia y fuerza mientras mas se tire del lado opuesto.
Tal fue el caso de la época victoriana y el conservadurismo inherente a los principios del siglo XX. La sociedad se liberó de las cadenas de lo preestablecido, cometiendo el error de ignorancia que sus opuestos puritanos habían cometido antes de ellos: ignorar el pragmatismo.
De poco sirvió el péndulo, pues en vez de eliminar selectivamente aquello que no funcionaba del sistema, prefirieron borrarlo todo de las mentes, imaginar que el positivismo jamás sucedió, y que la historia empezaba en los años 60s, con rock, hippies y drogas recreativas, sexo fácil y la liberación de las minorías.
Como si diez mil años de evolución social no nos hubieran enseñado nada, entre un sin fin de civilizaciones que cayeron y se levantaron, de pronto a la humanidad mas le valió tirarse al suelo y empezar de cero, en un movimiento colectivo sumamente infantil.
Las reglas no están para romperse, pero tampoco para seguirse. Están para cuestionarse y entonces seguirse o desecharse, pues no todo lo legal es justo ni todo lo justo es ley, evidenciando el radicalismo irracional de los anarquistas y los totalitarios, que unos pretenden entrar en un estado natural sin orden ni leyes y otros absolutizar el valor de las leyes a estado axiomático de la justicia.
Ambas ideologías, como conclusiones de un niño al que le salió mal la tarea, fueron pensadas por los ideólogos posmodernos, creando estados totalitarios, y estados prácticamente anárquicos, tanto en aspectos sociales, legales como económicos.
Y en oposición a lo establecido en el estado social positivo, de una racionalidad absoluta, la posmodernidad empieza a descerebrarse y a inflar su corazón, cayendo en la dictadura de las opiniones, los sentimientos, y en el reinado de las minorías ofendidas.
Las culpas de los abuelos que participaron en la guerra se transmiten a sus hijos, y a los hijos de sus hijos y así indefinidamente, viviendo traumas históricos que ya no les corresponden.
Negros quejándose por la esclavitud que jamás vivieron, blancos disculpándose por una guerra que no libraron, morenos discutiendo sobre la conquista que jamás vivieron, son algunos ejemplos de ridículos históricos en los que un grupo social se disculpa o reclama por sucesos ocurridos hace mucho tiempo, y frecuentemente sacándolos de contexto; pues como ahora el mundo se reinventa, el blanco ya no puede ser el dominante, y le debe una disculpa a todas las demás razas.
Como siempre, ignorando hechos y datos duros, el postmodernismo prefiere un estatus de “iguales” a todos, cuando es evidente que nadie es igual por simple definición; y uno podrá alegar la dignidad humana, mas en esa medida claramente todos seremos iguales, pero en cualquier otro parámetro, cada humano es diferente, y cada grupo de humanos lo es también con respecto a otros humanos.
Ignoramos datos históricos elementales, los eliminamos o los sacamos de contexto en una postmodernidad que pretende poner a todos en un suelo uniforme. Luego de un tiempo nos daremos cuenta de que aunque todos estemos en el mismo piso, hay algunos más altos que otros.
Y cuando todos jueguen al mismo juego, los mejores volverán a destronar al resto. Toda esta era habrá sido por nada y esas disculpas y lamentos se repetirán cíclicamente hasta que la historia cambie de vencedor
Hasta entonces, todos somos perdedores de la historia, todos somos #unaminoría, todos pertenecemos a #ungrupooprimido, todos somos victimas y, como tales, solo seguiremos aquí hasta que los cazadores decidan dejar a las presas vivir.
¿Tú eres otra presa o prefieres unirte a la cacería?
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com