AMLO y las promesas baratas

¿Volveremos los mexicanos a dejarnos llevar por promesas vacías a la hora de emitir nuestro voto?


Promesas falsas


“Prometer no cuesta nada” es un refrancillo de la sabiduría popular que, de modo particular, se aplica muy bien a las promesas de algunos políticos interesados en obtener el voto popular para ocupar algún cargo público. Pero si el refrancillo de marras es de aplicación casi universal en el escenario electoral, hay algunos candidatos que sobresalen por el uso de promesas deliberadamente hueras. Y entre estos el campeón parece ser Andrés Manuel López Obrador. Hay multitud de ejemplos recientes del candidato de Morena haciendo promesas vacías.

Una que destaca entre ellas, no tanto por la importancia que merecería su contenido, sino porque pinta en vivo y a todo color la mendacidad del candidato tabasqueño, es la de que, de llegar él a la Presidencia de la República, no utilizará el avión presidencial sino que formará cola en las salas de espera de los aeropuertos como cualquier ciudadano común y corriente. AMLO reiteró esa promesa ante las cámaras de la televisión. Y la subrayó al responder a la pregunta de la reportera que lo entrevistaba sobre qué haría él en caso de que a causa de un retraso en la línea aérea comercial se viera obligado a llegar tarde a una reunión importante en la ONU. “¡Pues no llegué!” fue la tajante respuesta, bravucona, que quería dejar claro ante el auditorio que su compromiso con la austeridad está por encima de los compromisos presidenciales internacionales.

Pocos días después apareció en los medios informativos el reportaje, acompañado de las correspondientes fotos, que detallaba la llegada, en avión particular contratado por sus asesores, del candidato morenista a cierto evento de campaña en el norte del país. La explicación que dio su portavoz a los medios informativos fue que si no hubiesen rentado los servicios de avión privado ¡no hubieran llegado a tiempo a su compromiso! De haber usado una ruta comercial, como todo mundo, los hubiera retrasado tanto que no hubieran podido cumplir su compromiso.

Y como esa, López Obrador no tiene empacho en hacer más y más promesas sin contenido, mucho más graves e importantes que la del avión, ni tampoco tiene la menor intención de cumplirlas. Ya muchos financieros, economistas, diplomáticos y académicos han demostrado hasta la saciedad que las promesas que ha venido haciendo el Peje en materia de economía, de desarrollo industrial, de combate a la probreza, etc., son totalmente inviables.

Las promesas no cuestan nada. Al fin y al cabo la ciudadanía mexicana ya lleva muchos años de vivir de promesas vacías. El PRI estableció, con mucho éxito, la metodología electoral de la mentira barata durante sus tiempos de “gloria”. Enrique Peña Nieto, del cual se espera que sea el postremo delfín de ese partido en la historia de México, superó con mucho a sus antecesores priístas en ese arte, y ahora AMLO se presenta como el continuador y posible optimizador de esa venerable tradición priista. Nada más le cambió el nombre a la etiqueta. Basta ver quiénes son sus más cercanos colaboradores y consejeros: los mismos malandrines que hicieron posible que el PRI subsistiera en el poder durante años y años a base de promesas bonitas.

La pregunta que queda en el aire, y que tendrá su respuesta este venidero 1 de julio, es: “¿Volveremos los mexicanos a dejarnos llevar por promesas vacías a la hora de emitir nuestro voto?”.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

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