Pablo el caminante eterno, capítulo XXXV. Esperanzas nuevas en Corinto

Existía en Corinto una gran colonia judía…


Pablo con esperanzas


Después de esa experiencia bastante amarga en Atenas, de haber recibido burlas en el famoso Areópago, templo para exposición de ideas, Pablo llega a esta ciudad donde el predominio de colonos romanos disminuía ante la presencia de una población compuesta por una mezcla de griegos, africanos, sirios y judíos entre otros.

 

El culto de los diferentes dioses que le impriman un espíritu de sensualidad a la población, más el influjo de la brutalidad de los espectáculos llevados por los romanos, las grandes fiestas teatrales y el mucho dinero y las ambiciones hacían que esta ciudad tuviera una fama muy acentuada de inmoralidad, sin embargo, sería más fácil luchar contra las debilidades de la carne que contra la soberbia intelectual de los atenienses.

 

La importancia del culto a Dionisio producía un libertinaje sexual que conducía a una promiscuidad escandalosa, e inclusive se había extendido un odio hacia el matrimonio y la procreación para evitar todo compromiso que limitara los placeres.

 

La primera impresión de Pablo que no se encontraba anímicamente en el mejor de los momentos debió ser de completo abatimiento al ver las costumbres de la ciudad a la que había llegado, pues los santos también son hombres y tiene que luchar contra la naturaleza humana que después de un fracaso se siente desfallecida.

 

Pero los caminos de Dios, aunque son difíciles, siempre van abriendo puertas que parecen ocultas y cuando aparecen nos dan paz, luz y esperanza. Así Pablo se encontró en esta ciudad que aparentemente no tenía esperanza con unos esposos que tenían una tienda en el bazar y reconocieron en Pablo un hombre de su raza, sin un lugar para vivir, que se notaba triste, y al que le abrieron las puertas de su hogar, con lo que sin imaginarlo sus nombres que eran Aquila y Priscila pasarían a la historia.

 

El taller de Aquila localizado en el mercado tenía una entrada principal que daba al mercado, ahí Pablo podía colaborar en el trabajo físico e iniciar al mismo tiempo el trabajo espiritual de la predicación, aunque en ese tiempo se consideraba que este tipo de trabajo manual tenía un sello de ignominia, que deprimía el alma y sólo estaba reservado para las clases bajas que no estaban en condiciones de desarrollar ninguna actividad intelectual o spiritual que pudiera elevarlos.

 

Sin embargo existía en Corinto una gran colonia judía y para ellos el trabajo manual si era apreciado, aquí fue donde Pablo empezó a cobrar ánimos, además recibió la sorpresa de que inclusive había algunos judíos cristianos que habían huido de Jerusalén, así que al principio de su enseñanza abordó con cautela el tema de Jesús, y más bien empezó a preparar el terreno hablando de los profetas, sin embargo pronto fue recobrando la confianza y empezó a hablar de Cristo, e inclusive del valor de la cruz, y empezaron a surtir efecto sus prédicas y se iniciaron las primeras conversiones.

 

Estéfanas, un rico prosélito se convirtió con toda su familia y empezó a invitar a Pablo a predicar en su casa a su familia ya sus amigos, así el sol de la esperanza llegó nuevamente al corazón de Pablo.

 

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