Beatriz y su esposo convirtieron en padres a través de la adopción: “El tiempo de espera sobrepasó los 9 meses. Fueron 38 meses de una inmensa ilusión de recibir en nuestros brazos a una nueva vida”
La maternidad, sin duda, es una de las mejores etapas por las que pasamos las mujeres, aunque para cada una ha sido un viaje diferente. En mi caso llegó por medio de la adopción y he de decir que ha sido un viaje formidable.
Mi esposo y yo empezamos a hablar de la adopción desde nuestro noviazgo, gracias al testimonio de una familia que conocíamos y que estaba compuesta por hijos biológicos y adoptivos. A partir de ese momento entendimos que ser padres es una vocación en la que el amor incondicional es el elemento principal, que te hace salir de ti mismo y ver por otras personas a las que estarás formando y acompañando en su camino por la vida.
Al principio, como cualquier matrimonio, esperábamos que los hijos llegaran en algún momento. Sin embargo, empezaron a transcurrir los primeros años y esto no sucedía, así que empezamos un peregrinar con médicos para averiguar lo que estaba sucediendo, pero las cosas seguían igual. Pasamos por momentos amargos, tristes y de confusión, pero la esperanza aún estaba presente.
Al cumplir nueve años de casados empezó a despertar en nuestro interior nuevamente la idea de la adopción y al cumplir 10 años decidimos iniciar el proceso.
Al principio no es fácil porque no existe mucha orientación al respecto, además de que comienzan los cuestionamientos absurdos de personas que te rodean, basados en creencias o mitos que, por lo regular, están muy alejados de la realidad.
El tiempo de espera sobrepasó los 9 meses. Fueron 38 meses de una inmensa ilusión de recibir en nuestros brazos a una nueva vida. Aunque el tiempo transcurrió lento, puedo asegurar que cada segundo de esa espera valió absolutamente la pena.
El momento en que nos encontramos con nuestra pequeña fue de una enorme alegría al verla frente a nosotros, con sus ojos hermosos y su carita tan tierna. Ese primer encuentro ha unido nuestras vidas de forma permanente, y siento gran satisfacción de verla crecer cada día. Ahora descubro nuevamente el mundo a través de su mirada y me sorprendo de los regalos que nos da la vida cada día.
Vivo la maternidad como cualquier otra mujer, con los ajetreos del día a día y con las peripecias a las que nos enfrentamos las madres. Sin embargo, en mi corazón, todos los días agradezco el voto de confianza que Dios nos ha dado, al poner en nuestras manos el cuidado de una niña tan bella a la que amamos con todo nuestro corazón.
Al ver en retrospectiva esta historia, me doy cuenta de que el amor es un regalo y que la adopción, en nuestra vida, ha sido una bendición que nos ha permitido conocer el amor de forma diferente y sin condiciones.
Este camino no ha sido fácil, pero me encanta lo que hemos construido juntos: una familia que cada día decide amarse y seguir adelante con todo el corazón.