Algunas de las quejas que frecuentemente se escuchan en la actualidad en los más variados ambientes sociales, son: “Ya no hay valores”; “La juventud está muy descarriada”; “La situación actual no tiene remedio”; “Vamos de mal en peor”…
En todas las épocas de la historia de la Humanidad siempre se han tenido aciertos, avances, progresos y, a la vez, han surgido adversidades, complejas problemáticas, serias dificultades. Pero para eso precisamente están las personas, quiénes con su inteligencia, ingenio, creatividad y colaboración conjunta y solidaria, van aportando soluciones ante los más diversos retos o desafíos.
Uno de estas problemáticas a las que cotidianamente no enfrentamos es la manipulación de la opinión pública. Pero no basta “encogerse de hombros” y decir, a modo de excusa, después de leer un periódico o ver un noticiero de televisión: “¡Todo son mentiras, malas noticias, reportajes tendenciosos, intereses económicos de unos cuántos que falsean la información!”
Sin duda, en cierta medida pueda ser que el que se queja amargamente no le falte algo de razón. Pero, ¿por qué quedarse pasivamente con esa inconformidad? ¿Por qué rumiar permanentemente tristezas y desalientos? Desde luego, es más cómodo no hacer nada, conservar el malestar resignadamente y dejar que lo que está objetivamente mal, acabe triunfando o imponiéndose.
Considero que ante este tipo de conductas, es necesario un cambio de actitud. Se trata de ser más propositivos, constructivos; tener más conciencia ciudadana para atreverse a manifestar la propia opinión o pensamiento en los diversos medios de comunicación social. Para ello no es una forzosa necesidad el ser comunicador. Basta con que se tenga interés por el bien común de la sociedad –cualquiera que sea la profesión u oficio- para presentar sugerencias, propuestas o soluciones viables.
Muchas veces basta con escribir un breve correo electrónico, un mensaje por Twitter o por Facebook o algún otro medio para externar nuestro punto de vista. No hay que pensar que se deben de presentar profundas argumentaciones de voluminosos tratados. Más bien influir, por ejemplo, con un testimonio personal o alguna vivencia; con una ilustrativa e interesante anécdota; presentando algunas cifras, estadísticas o porcentajes para fundamentar mejor lo que estamos afirmando. Otras veces, se puede utilizar una frase célebre que invite a los lectores a reflexionar. Recuerdo un sencillo pensamiento utilizado como introducción de un artículo sobre el amor matrimonial, decía así: “Amar es mirar juntos en la misma dirección”, del literato francés Antoine de Saint Exupéry y lógicamente atrapaba de inmediato la atención de los lectores.
Un aspecto que a menudo olvidan los lectores es felicitar, animar o elogiar al autor de un reportaje, un artículo editorial, una investigación periodística. Hay muchos comunicadores que se esfuerzan por presentar la verdad objetiva, con valentía y agradecen unas palabras de ánimo, de estímulo. ¡No todo está contaminado por la manipulación informativa o las opiniones tendenciosas!
Recuerdo que un amigo, dirigente de una institución europea que tiene como finalidad el promover la vida humana del no nacido, los valores del matrimonio, el derecho a la educación de los hijos conforme a las creencias de sus padres y, en general, el preservar los valores de la sociedad, me decía que sólo bastaban tres elementos para influir positivamente en la sociedad: 1) Predicar con el propio ejemplo. Recuerdo a unos amigos que se propusieron difundir ideas constructivas sobre la familia. Y se les ocurrió mostrar por Facebook simpáticas fotografías con algún festejo en sus casas, con el eslogan: “¡El mejor lugar para celebrar los sucesos importantes de la vida es en familia!”. Y, como es lógico, tuvo bastante éxito esta iniciativa; 2) La difusión de buenas ideas “de boca en boca”. ¿A qué se refería mi amigo? En las reuniones sociales con matrimonios, con amigos, con familias… las opiniones y conceptos vertidos en dichos encuentros tienen un gran peso para la conformación de la opinión pública puesto que se trata de “emisores” confiables y dignos de ser tomados en cuenta; 3) La utilización de las redes sociales ha sido el gran descubrimiento de nuestro tiempo. Los millones de personas que en fechas recientes han salido a las calles de París, Madrid, Varsovia, Washington, Ciudad de México, Roma… para promover la vida de los no nacidos, el matrimonio, la familia; solicitar a las autoridades civiles soluciones frente a la inseguridad y a la corrupción, han tenido su impacto, no debido a fuertes inversiones económicas para gastarse en publicidad, sino a la potente y oportuna eficacia de las redes sociales.
Podría seguir exponiendo otras sencillas iniciativas para influir en la opinión pública, pero me parece que con éstas dan materia suficiente para la reflexión y animar a los lectores a tener una mayor participación ciudadana.
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