Hay una multitud de anécdotas poco conocidas en el periodo de gobierno del emperador Maximiliano en México que no dejan de ser muy sorpresivas y dignas de ser conocidas.
Una de ellas, tal vez la más llamativa, se refiere a la que sucedió el Jueves Santo de 1865. El arzobispo de México se llevó la enorme sorpresa cuando recibió un comunicado del mismo emperador en donde le decía que la ceremonia tradicional del lavado de pies se trasladaría de la Catedral al Palacio Nacional, y por si fuera poco, que sería el mismo emperador el que lavaría los pies a las personas seleccionadas para este acto.
El arzobispo recibió la encomienda de seleccionar a doce hombres de las doce principales parroquias de la ciudad. Llegado el día señalado el Palacio lucía lleno de damas vestidas de negro y caballeros luciendo sus trajes de estricta etiqueta.
La sorpresa de los hombres seleccionados debe haber sido mayor que la del mismo arzobispo y seguramente estarían muy nerviosos esperando la llegada del emperador, Cuando Maximiliano entró al salón ellos hicieron el intento de ponerse de pie; sin embargo, recibieron la señal de uno de los sacerdotes de que deberían permanecer sentados, cosa que jamás sucedía frente al monarca.
Los chambelanes habían preparado una jofaina de plata y una jarra para el agua y el emperador enjabonaba los pies y luego los secaba. Así lo fue haciendo uno por uno hasta que terminó la ceremonia.
Concluida la misma, los pobres a los que les había lavado los pies Maximiliano fueron invitados a comer con sus esposas, lo que sería seguramente para ellos la mejor comida de su vida.
Pero hablando de comidas, no era tan poco común para las personas comer con los emperadores, porque como parte de la estrategia de Maximiliano para conocer mejor a los mexicanos organizaba comidas con frecuencia, y aunque a ella acudían muchos notables y miembros importantes de la sociedad, también en ocasiones se invitaba a gente del pueblo.
Catón en su libro sobre Juárez y Maximiliano menciona que pudo ver el menú de una de esas comidas elegantemente impreso y con escudo imperial en el que se mencionaban los siguientes platillos:
-Sopa quenellas.
-Ensalada.
-Pechuga de aves.
-Filetes de lenguado a la holandesa.
-Filetes a la italiana.
-Cartuja de codornices a la Bagration.
-Costillas de cordero con espárragos.
– Timbal a la moderna.
-Estómagos de aves a la Périgoux.
-Pastel de codorniz a la Buena Vista.
-Espárragos con Salsa.
-Alcachofas a la portuguesa.
-Pavos trufados.
-Filete a la Inglesa.
-Budín de Berlín.
-Pastel de perones.
-Crema de vainilla y chocolate.
-Conserva de frutas.
-Queso y mantequilla.
-Helado de durazno.
Para todos había manjares deliciosos, seguramente cuando invitaban a los humildes muchos de estos platillos les resultarían totalmente desconocidos, pero para todas estas invitaciones eran un gran experiencia como seguramente lo hubiera sido para cualquiera de nosotros si hubiéramos tenido la oportunidad de asistir a uno de estos banquetes.
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