Pablo caminante eterno

Pablo el caminante eterno. Capítulo III Jerusalén

Pablo continuaba su maduración y seguramente durante alguna celebración de la Pascua su padre lo llevaría a visitar la Ciudad Santa de Jerusalén, sueño de todos los jóvenes judíos de su época. Podrían llegar por la colina donde se encontraba el monte de los olivos y desde ahí ver la imagen portentosa del Templo y alguno de los palacios de Herodes. Durante las fiestas se reunían enormes multitudes que venían desde los más diversos puntos a cumplir con su peregrinaje.



La educación clásica de los fariseos estaba compuesta por tres grandes etapas: la primera era la enseñanza de la Torá o ley donde se conocían los diez mandamientos, después la Mishná o tradición oral y al final se complementaba con el Talmud que era la doctrina.

Llegó el día en que Saulo estaba en edad de recibir el final de su educación en Tarso, por lo cual su papá hizo los arreglos necesarios para que el joven continuara con la siguiente etapa y se trasladara a Jerusalén, para recibir lecciones del maestro más afamado de su época que se llamaba Gamaliel, eso en esa época para un judío debe haber significado lo que es hoy para un estudiante poder asistir a una universidad como Harvard, Cambridge o alguna otra de esas de gran fama y recibir lecciones de los maestros más destacados.

Pero no vayamos a pensar que en otros aspectos había similitud entre esa escuela y las universidades de  nuestro tiempo antes mencionadas, ya que sus maestros no recibían un salario que les permitiera vivir holgadamente, sino que tenían que procurarse sus recursos por su propio trabajo u oficio, así que aprendiendo de ellos Saulo debe haberse llevado gravado en el corazón esa austeridad y esa disciplina que lo caracterizaron, y por  eso durante su futuro apostolado fue un hombre que vivió casi siempre de su trabajo,  aunque hubiera tenido el derecho de vivir de la predicación.

Había en ese entonces dos corrientes teológicas que se disputaban el liderazgo, una llamada Hillel que era flexible y conciliadora, y otra conocida como Shammay, apegada fanáticamente a la letra. El método de estudio era muy interesante. Se escogía un texto y después de leerse en hebreo y arameo el maestro pedía a los alumnos que elaboraran preguntas y se iniciaba una discusión sobre el contenido de lo antes leído. Esto a veces desembocaba en grandes discusiones que llegaban a ser muy acaloradas donde cada uno defendía su punto de vista.

Se enseñaban también las grandes tradiciones e inclusive se hablaba de historias que eran como leyendas surgidas en torno a las que aparecen en las escrituras, y como en ese entonces y sobre todo entre los judíos la religión lo era todo, resultaba que lo que ahí se discutía era la misma esencia de lo judío y de su futuro.

Años después aunque Pablo de una interpretación diferente a todos estos conocimientos y a muchos de los acontecimientos históricos ahí aprendidos, se reflejará con toda claridad su formación en la escuela de Gamaliel, y por ello se referirá a muchos de los pasajes del Antiguo Testamento para fundamentar sus doctrinas sobre cómo Jesús viene a ser la culminación de todas las promesa de Dios contenidas en ese libro sagrado.

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