Vivimos en una época en que todo quiere ser explicado por la razón o la ciencia, inclusive la religión, pero hay muchas cosas que están fuera del alcance de ambas, y la conversión de Pablo es una de ellas.
Algunos buscan explicaciones psicológicas, o antecedentes en la formación de Saulo que lo condujeron a este cambio radical en su vida, pero en ambos casos no parece haber ningún antecedente que pueda explicar un cambio tan radica, y sobre todo de forma tan súbita en un hombre de principios profundos, y de una voluntad de hierro aferrado a exterminar al cristianismo por razones muy válidas desde la óptica de Saulo y su grupo.
Aún dentro del cristianismo existe una corriente que le teme a lo milagroso y quiere explicar todo por medios naturales, quitando todo lo sobrenatural de la religión, lo cual resulta verdaderamente absurdo y contradictorio cuando hablamos de una religión revelada, donde Dios entra en contacto con el hombre primero por los profetas, y después mediante el mayor e inexplicable de los milagros que es la encarnación, que nos trajo a Jesús a vivir entre nosotros siendo verdadero Dios al mismo tiempo.
Así que podemos decir con toda seguridad que la conversión de Saulo es un hecho histórico, donde la intervención de Jesús resucitado es la única explicación que ha sido aceptada siempre con contundencia entre los cristianos.
No es difícil imaginar a ese hombre orgulloso de su raza y de su herencia religiosa, que se siente investido de la autoridad de Dios y cuyo corazón se ha endurecido, y no se compadece ante el sufrimiento de esos cristianos que lo dejan todo en nombre de Jesús, inclusive la misma vida, donde él solo ve que cada muerto es un enemigo menos de Dios.
Pero resulta que Dios tenía otros planes diferentes para ese perseguidor, y la historia va a dar un giro de 180°, cuando Saulo va cabalgando con un fuego ardiente en su corazón y de repente una fuerza extraordinaria hace que caiga de su cabalgadura, y se encuentre postrado en tierra y mordiendo el polvo, entonces sintió una presencia imponente y al mismo tiempo amorosa, que le hablaba con la fuerza que escuchó Moisés en el Sinaí, y al mismo tiempo con una ternura y una paciencia que sobrepasan cualquier fuerza con la que Pablo pudiera haber querido oponerse, y surge la pregunta más importante de su vida. ¿Señor, quién eres? Y la respuesta más inesperada. ¡Yo soy Jesús, a quién tú persigues! Me parece muy difícil que alguien de nosotros pueda siquiera atreverse a imaginar lo que pasaría por la cabeza y el corazón de Pablo en esos momentos.
Los caminos de Dios son muy misteriosos y muchas veces incomprensibles para nosotros, y en este caso la derrota absoluta de Pablo se convertirá en la mayor de las victorias, es por eso por lo que las siguientes palabras de Pablo demuestran que en un instante es un hombre nuevo, y pregunta al que hasta ese momento era su peor enemigo; Señor. ¿Qué quieres que haga?
Mientras los apóstoles y los discípulos tardaron años en entender a Jesús, y tuvieron que esperar a la resurrección para empezar a comprender verdaderamente todo lo que Jesús les había enseñado con su ejemplo y su predicación, y que el Espíritu Santo les abriera la inteligencia y los confirmara en la fe, este enemigo se convertía en un instante, y llegaría a ser en el mayor predicador de la nueva fe en la historia.
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