La confrontación entre sistemas políticos en el futuro cercano no será entre socialismo y liberalismo, entre derechas o izquierdas. Como he dicho en estas páginas, la lucha será entre el autoritarismo y la democracia.
Interesantemente, el populismo es solamente otra cara del autoritarismo. La razón es que los populistas proponen beneficios al pueblo que sólo se pueden llevar a cabo mediante una profunda intervención del Estado en la economía y de la sociedad. Y ésta requiere de un control fuerte del país, requiere que el populista pueda llevar a cabo sus propuestas mediante las que llegó a su puesto. Ésta es el problema verdaderamente grave del populismo. Exige de la ciudadanía una sumisión total al caudillo, que no haya disidencia y que no se mueva la hoja del árbol sin la voluntad del Ejecutivo.
Los ejemplos sobran. Basta ver cómo actuó Hugo Chávez y cómo está actuando Nicolás Maduro en Venezuela. Y hay que ver cómo aumenta la frustración del Sr. Trump al ver que el sistema político de Estados Unidos no le permite total libertad de actuación.
Y es que la democracia es el enemigo natural del populismo. La democracia no significa únicamente dar decisiones a la ciudadanía. Correlativamente, la democracia le quita poder al gobernante y lo entrega a los ciudadanos. El nombre del juego es poner límites al autoritarismo. Desgraciadamente, cada quien a su manera, la clase política en todas sus tendencias busca una gran medida de autoritarismo. Buscan imponer su manera de ver al país y a la política de acuerdo a una visión ideológica, que por definición es reduccionista, es decir: atiende sólo una parte de la realidad reduciéndola a los límites estrechos de un análisis ideológico.
No estaremos a salvo del autoritarismo ni de su cara seductora, el populismo, mientras no tengamos claro que la solución no está en los líderes, en los caudillos. La solución ante el enfrentamiento que se presenta en la mayoría de los países entre la clase política y la ciudadanía, está en una ciudadanía consciente e informada, dispuesta a participar de una manera intensa en las cuestiones públicas y decidida a recuperar los espacios de poder que la clase política ha usurpado.
No será rápido. Es muy posible que esto lo vean nuestros hijos o nuestros nietos. Razón de más para darnos prisa.
* Consultor de empresas. Académico del TEC de Monterrey. Ha colaborado como editorialista en diversos medios de comunicación como el Heraldo de México, El Universal, El Sol de México y Church Fórum
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