Los perrijos

Los perrijos

Un tipo de familia que crece rápidamente, son los llamados “Dos ingresos, no Hijos” o DINKS, por sus siglas en inglés. Se estima que en México son un millón de familias, menos del 4% de estas y que su consumo no prioritario crece más del 14% anual, casi siete veces más que el producto interno bruto.



Uno de los efectos de este tipo de familia ha sido el crecimiento del negocio de bienes para los perros. Estas mascotas tienen ahora toda una gama de productos de alimentación especializada, juguetes, vestimenta y servicios estéticos que son un negocio floreciente. Las mascotas sustituyen la ausencia de los hijos y algunos ahora hablan de que tienen “perrijos”, no perros. No me pregunten si ellos se consideran “perri-papás” y “perri-mamás”. A tanto no he llegado.

Recientemente escuché a una mamá (mamá-mamá, no perri-mamá) quejándose de este fenómeno. Déjeme aclarar que no se trata de una mujer de edad. Estoy hablando de una “millenial”, con licenciatura y estudios de especialidad. Tiene un hijo de 4 años, que padece de una severa alergia a los perros. Si los toca o si los perros lo lamen, se llena de ronchas. El niño está en tratamiento, pero aún no se puede considerar curado. Y, como en muchas alergias, la gravedad de los episodios es cada vez mayor y pueden tener consecuencias graves.

Esta dama estaba con su hijo en el área de juegos de un conjunto habitacional. El área tiene claramente establecido, en anuncios muy visibles, que no se permiten mascotas en el lugar. Pero, contaba la señora, una perri-mamá se metió en el lugar con todo y su perrijo. La mamá se acercó a ella y le explicó el problema de su hijo. Por esas razones le pidió que se retirara del lugar. La perri-mamá se puso furiosa. “Mi perro tiene tanto derecho a estar en este lugar como su hijo”, le dijo, y añadió: “Si no le parece, váyase usted. Yo no saco a mi perro; el también necesita jugar”.

La mamá-mamá estaba indignada cuando contaba esto. Justamente, creo yo. “No estoy en contra de los perros” -decía- “creo que hay que tratarlos bien. A mí me gustan y me gusta acariciarlos. Y, por supuesto, estoy en contra de la crueldad contra los animales. Pero pensar que tienen los mismos derechos o más que los niños, es demasiado”, concluía.

Esto no es, claramente, uno de los grandes temas nacionales o mundiales. Pero creo que nos puede llevar a un análisis sobre nuestro concepto de la persona y su dignidad. En los últimos años a la humanidad y, sobre todo a los organismos internacionales, les ha dado por establecer derechos a granel. Algunos bastante dudosos, pero no vaya usted a hablar en contra de ellos porque caerá en lo “políticamente incorrecto”. Los derechos de los animales es uno de esos derechos. 

Lo que ha faltado, en mi opinión, ha sido el criterio de las prioridades. Cuando entra en conflicto algunos de esos derechos, ¿cuál es el criterio de prioridad? En la anécdota que comenté, si están en conflicto el derecho de un niño o los del perrijo, ¿Cuál debe prevalecer? Parecería obvio, pero al parecer no lo es tanto. Pero hay otros. Que tiene prioridad: ¿el derecho a la diversión o al placer sobre la dignidad de la persona? Ahí está el tema de la trata de personas, en el extremo. El derecho de uno a la risa sobre el derecho de otro a su dignidad es un caso menor, pero frecuente que, en el extremo, está tras el fenómeno del bullying.

Tal vez, después de todo, no es un tema menor. Porque tiene que ver con el concepto que la humanidad tiene sobre sí misma. Tiene que ver con una correcta antropología filosófica. Y, si no se corrige adecuadamente, puede llevar a conflictos cada vez más severos. Y, pienso yo, ya no necesitamos más conflictos como estos.

@yoinfluyo

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com


 

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