Enojo social y elecciones

¿Qué tan grande es el enojo social en nuestro país? Es algo difícil de medir. ¿De qué manera nos influirá en las elecciones del 2018? Difícil de pronosticar. Pero es una realidad y, como ciudadanos conscientes, no deberíamos dejarnos manipular mediante nuestro enojo.


Ciudadanos mexicanos


Enojo no necesariamente es lo mismo que la medición de aprobación de desempeño del Presidente, misma que llegó a un mínimo del 17% en febrero de 2017 y de 26% en noviembre del mismo año. Pero desaprobación no necesariamente es lo mismo que enojo: otros sentimientos y juicios pueden estar involucrados. Antipatía, mala suerte, impericia pueden ser otros aspectos que influyen en la desaprobación. El enojo requiere pensar que los resultados son malos por culpa del Presidente. 

Por otro lado, sería excesivo pensar que el mal humor social, un modo suave de nombrar al enojo, solo es hacia el Presidente. Gobernantes, poder legislativo y judicial, clase política en general, y otros actores sociales son objeto de ese enojo. Estamos enojados por la situación, por las injusticias que sufrimos, por una situación que creemos que podría ser mejor y no lo es.

No falta quienes creen que ese enojo social es provocado. Hay comentaristas como, por ejemplo Riva Palacio, que ven como origen de ese enojo el resultado de la intervención rusa en nuestras elecciones, coludidos con López Obrador y a través de una campaña muy incisiva a mediante redes sociales. Puede ser. Lo que no es creíble es que esa sea la única causa de ese enojo tan extendido. Hay motivos reales. No es creíble que una sociedad feliz y que ha recibido múltiples beneficios esté enojada solo a través de la manipulación. 

El gran tema es el hecho de que el enojo nubla nuestro juicio. A algunos nos puede llevar a la desesperanza, a pensar que no vale la pena la política ni la participación ciudadana. No tiene caso, dicen algunos: ¿Para qué votar si todos son iguales? Y los malos son tan fuertes, tan poderosos que nada puede hacer el ciudadano. Mejor no leer periódicos, como en algún momento recomendó un presidente. No quiero saber; así hago menos corajes.

A otros nos puede llevar a votar según el candidato que se muestre más enojado, aunque sus propuestas sean vagas, aunque no sean aplicables. O pensar en un voto de castigo, para hacer el mayor daño posible a quién nos ha enojado tanto. Votar por quién ofrezca el mayor castigo posible a los que nos hicieron sentir tan mal. Porque el enojo no es un sentimiento agradable; nadie quiere estar enojado permanentemente. Queremos desquite. Que nos la paguen, que caray. Solo así se nos va a quitar el enojo.

El problema es que nuestro enojo nos hace muy manipulables. Ya no pensamos, solo reaccionamos. Por supuesto, es algo muy difícil de evitar. Se requiere, cuando sabemos de algo desagradable, buscar si se percibe un intento de manipular. Buscar el resultado deseado en nuestro juicio sobre ese asunto. Ver si hay exageración o mentira en la noticia. Pero aún si el enojo es justificado, hay que procurar que no influya en nuestro juicio.

Dice un refrán muy mexicano: “Quién se enoja, pierde”. Y pierde porque ya no juzga rectamente. Ese es el gran asunto. Una ciudadanía enojada, podría perder en 2018. Nuestra situación es muy compleja. Necesitamos del buen juicio de los ciudadanos, ahora más que nunca.

 

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* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com

 

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