El fin de semana fui invitado a un Encuentro Universitario Católico organizado por la Pastoral Universitaria de la diócesis, en los últimos años he participado en eventos universitarios con la perspectiva del diálogo entre ciencia y fe, en tres lugares distintos: Buenos Aires, Argentina; Puebla y la Ciudad de México en México. En los eventos anteriores mi aportación fue desde el enfoque científico, en esta ocasión se me pidió exponer sobre el papel del laico hoy, por lo que mi visión tuvo un énfasis desde la fe.
La multiculturalidad y la pluralidad son características de esta época, y ambas plantean retos importantes para la convivencia pacífica y constructiva, que permita además responder al llamado de la solidaridad que las graves crisis planetarias nos hacen continuamente a todas las sociedades, por lo que se hace necesario un esfuerzo consciente para afrontar y resolver estos desafíos.
En el documento Educar al humanismo solidario para construir una “civilización del amor” 50 años después de la Populorum progressio además de plantear el camino de humanizar la educación, se plantea promover la “educación al humanismo solidario, basada en la formación a la cultura del diálogo.” Como una manera para resolver las incomprensiones y conflictos que en ocasiones se derivan de las “tradiciones, culturas, religiones y visiones del mundo diferentes.”
Muchas veces asumimos que dialogar es solo hablar, sin embargo el documento plantea que la cultura del diálogo implica poder pasar de las palabras a los hechos, y requiere libertad e igualdad, “los participantes al diálogo deben ser libres de sus intereses contingentes y deben ser disponibles a reconocer la dignidad de todos los interlocutores. Estas actitudes se sostienen por la coherencia con el propio específico universo de valores.”
El pluralismo político debe incluir necesariamente un pluralismo ético y religioso, por lo que las religiones deben ser llamadas a contribuir a la construcción de paz y justicia desde sus valores. En este contexto la cultura del diálogo, “en lugar de reducir la religiosidad a la esfera individual, privada y reservada, y obligar a los ciudadanos a vivir en el espacio público únicamente las normas éticas y jurídicas del estado, invierte los términos de la relación e invita a las creencias religiosas a profesar en público sus valores éticos positivos.”
“La educación al humanismo solidario tiene la grandísima responsabilidad de proveer a la formación de ciudadanos que tengan una adecuada cultura del diálogo.” Sin duda las universidades son los espacios propios para la construcción de herramientas necesarias para resolver los retos de cada época, por lo que los eventos que promueven los diálogos entre fe y ciencia son un paso decisivo en la generación de una cultura de diálogo, no solo favorece la búsqueda de la verdad, sino que fortalece la construcción de la ética profesional.
A pesar de que el cristianismo es desdeñado por muchos como lejano, fuera de época e incapaz de aportar en la sociedad actual, la realidad es que en la vivencia de sus principios se encuentran las motivaciones para buscar la cultura del diálogo como herramienta de civilización. La necesidad de solidaridad para romper el círculo vicioso de corrupción, violencia y egoísmo que debilita a la sociedad, requiere de pasos pequeños pero consistentes que lleven a cambiar las formas de relacionarnos, dialogar asumiendo que tenemos diferentes perspectivas pero que estamos dispuestos a construir en lugar de destruir.
redaccion@yoinfluyo.com
* Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no constituyen de manera alguna la posición oficial de yoinfluyo.com