Gracias a Dios se acabaron las elecciones de este año, y tendremos unos meses de relativa paz antes de que el siguiente destripado electoral arranque en septiembre próximo. Por lo pronto, de confirmarse los triunfos del PRI en el Edomex y Coahuila y del PAN/PRD en Nayarit y alcaldías de Veracruz, podemos decir que tras un intenso combate cada quien se mantiene en su trinchera. El único partido que podía verdaderamente desequilibrar el escenario, con un triunfo en el Estado de México, era Morena, y no lo logró.
Ya con la perspectiva que comienzan a brindarnos los primeros días después de la guerra de mapaches del 4 de junio, quedan algunas consideraciones para la reflexión, que me gustaría compartir con ustedes, como pretextos para alentar el diálogo sobre la zarandela que nos espera de aquí a la siguiente elección.
1. Morena sigue siendo una amenaza latente. Aunque el partido de obrador no logró hacerse con ninguna gubernatura, demostró que, aunque yo odie reconocerlo, se ha convertido en un jugador protagónico en buena parte del país. Este domingo el PRI ganó las elecciones de gobernador del Estado de México con apenas la mitad del apoyo que tuvo cinco años atrás, y prácticamente todo el respaldo que perdió en ese último lustro se movió hacia Morena. Obrador sigue siendo el precandidato presidencial mejor posicionado y el rival a vencer en las elecciones.
2. El PAN avanzó un poco, pero no puede ni debe cantar victoria. A las 6:00 de la tarde del domingo, Anaya salió a decir que habían ganado en tres estados, pero ahora el triunfo en Coahuila se les fue para atrás y la elección seguramente terminará en los tribunales. Aun así, es un buen año en números para Acción Nacional. El problema es que, por ejemplo, en el caso de Veracruz, cuando uno mira más allá de la superficie, resulta que quien triunfó no fue tanto Acción Nacional, sino el Yunesismo, que tiene de panista lo que yo de norcoreano.
El mero hecho de tener como protagonistas y precandidatos presidenciales a priistas del calibre de Miguel Ángel Yunes o Rafael Moreno Valle, nos recuerda la crisis de identidad cuya culpabilidad comparten los principales liderazgos blanquiazules, y que deberá enfrentarse tarde o temprano, ya sea para replantear la identidad de Acción Nacional o para recuperar un mínimo de coherencia.
3. La alianza es un camino cada vez más atractivo para el PAN y el PRD. Lo es no sólo por el acercamiento ideológico que comentamos hace unas semanas, sino también por frío, claro e incontestable pragmatismo. El hecho es que el domingo pasado, donde azules y amarillos fueron en alianza, ganaron; donde la jugaron por su cuenta, perdieron.
Si algo queda claro después del domingo, es que Acción Nacional y el PRD serán competitivos en las elecciones presidenciales sólo si van juntos, y esta certeza tendrá una enorme influencia al momento de definir los mecanismos para la elección de su candidato presidencial, y eso pone en una grave desventaja a Margarita Zavala, porque es a quien menos aceptarían apoyar los simpatizantes del PRD. Por eso, entre otras cosas, lanzó su drama en videohome amenazando con no apoyar al PAN y exigiéndole a Anaya que se nombre candidato antes de un mes, para evitar la alianza.
Tristemente para Zavala, su amenaza no la tomó a bien casi nadie, la mitad de los panistas se enojaron y la otra mitad la vieron con incredulidad, pues a estas alturas todo mundo tiene claro que una candidatura independiente de Margarita o de cualquier otra persona está condenada al fracaso.
4. La moda de los independientes se está choteando muy rápido. En estas elecciones se registraron más de 270 candidatos independientes y sólo 6 obtuvieron el triunfo, todos ellos a nivel municipal, ninguno para diputado. Tras las reformas legales que permitieron esta figura, los candidatos independientes generan enormes expectativas, que rápidamente han degenerado en una vía de escape para el ego insatisfecho y delirante de políticos en desgracia, en lugar de ser (como muchos anhelábamos) una opción diferente para la sociedad.
Todos los que están jugando con la idea de candidaturas independientes para el 2018 deberían de pensar y repensar antes de meterle más dinero a su ilusión, porque las elecciones se ganan con una de dos cosas: estructura o un movimiento que cambie el juego, y ninguno de los aspirantes: Armando Ríos Piter, Jorge Castañeda, Pedro Ferriz de Con tienen ni de lejos el arrastre, los recursos, el carisma y el talento como para ganar a contracorriente, vamos, ni el Bronco podría tener éxito, tras su decepcionante labor en el gobierno de Nuevo León. Lo mismo aplica, una vez más, para Margarita Zavala: está delirando si cree que puede competir en las elecciones como candidata independiente y tener posibilidades de ganar.
5. Para el PRI el resultado de estas elecciones fue el mejor posible dentro de las circunstancias. Mantendrán, aunque sea por un mínimo porcentaje, el Estado de México y Coahuila, lo que les da oxigeno puro para los próximos meses y les permitirá tener un espacio hacia donde replegarse una vez que fracasen en las presidenciales del 2018, donde la perspectiva actual es que no tienen una posibilidad real, ya no digamos de ganar, sino de siquiera competir, y ellos lo saben.
El PRI tiene un problema no sólo de liderazgos, sino incluso de marca y debería considerar muy seriamente aceptar la propuesta de cambio de nombre que se rumora para la XXII Asamblea Nacional Ordinaria, a concluirse en agosto próximo.
6. El escenario fundamental para el 2018 no ha cambiado. López Obrador sigue siendo el candidato mejor posicionado, aunque no tendrá la ventaja de contar con la inmensa Tesorería del Estado de México para financiar su campaña y posicionar su estructura; el PRI no tiene con quien competir, pero mantiene el Estado de México como refugio para sus principales liderazgos y como esperanza de volver por sus fueros; el PAN y el PRD reafirmaron que sus alianzas funcionan a nivel local y deben tener cada vez más claro que, al menos en términos estrictamente pragmáticos, necesitan una alianza a nivel nacional, más allá de si esta es correcta en términos de la ideología que teóricamente defienden.
7. En las elecciones del 2018 las personas saldrán a votar motivadas por una de dos razones: porque están incluidas en la operación de las estructuras partidistas, o por Andrés Manuel López Obrador, ya sea para apoyarlo con el sufragio, porque lo aman; o para apoyar al candidato que esté mejor posicionado para derrotarlo, porque lo detestamos. Para bien y para mal ningún otro personaje de la política mexicana levanta tantas pasiones.
¿Por qué?
Porque en política lo que emociona es la perspectiva del cambio, y actualmente el único que ofrece un cambio es Obrador, un cambio que a muchos nos parece terrible, trágico y peligroso, pero que a otro porcentaje de la población le provoca esperanza. Por supuesto, están equivocados, pero también están emocionados y, parafraseando a Ayn Rand, el cerrar los ojos a esta realidad no nos hará escapar de sus consecuencias.
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Por supuesto, todavía hay mucho que puede cambiar; de entrada, los conflictos post electorales en Coahuila y Edomex tienen el potencial de alterar equilibrios, y en el caso de Obrador siempre existe la posibilidad de que su tendencia tiránica lo siga traicionando antes de tiempo, destruya su careta de la república amorosa y espante a las personas suficientes como para que vuelva a perder; también existe la probabilidad de que el candidato del PAN/PRD, o incluso el del PRI (¿Nuño, Claudia Ruiz Massieu?), tengan la creatividad para alentar en la sociedad la emoción que hoy maneja casi en monopolio Andrés Manuel.
Y eso es lo bonito de la política: es una botana.
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GaribayCamarena.com
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