Se acercan las vacaciones, la Semana Santa y con ellas vienen convivencias familiares, más tiempo con tus seres queridos.
Pero yo te pregunto: ¿vives con rencores o resentimientos hacia alguna de estas personas?: tu jefe, compañeros de trabajo, amigos, hermanos, cuñados o incluso tus padres.
Uno de los mayores obstáculos con que nos topamos para poder ser felices y hacer felices a los demás es el “no saber perdonar”.
Estamos llenos de resentimiento, de recuerdos negativos, de ofensas que nos hicieron y que no se olvidan. El resentimiento es una reacción emocional afectiva que aparece ante una ofensa; ésta se retiene y permanece en la persona. Es “volver a sentir”; es como un veneno que nos hace daño y altera nuestra salud interior, impidiéndonos vivir en paz. Es como cargar un costal lleno de piedras cada día más pesado.
¿Qué es el perdón?
Es aprender a vivir sin rencores ni resentimientos; es aprender a vivir en el presente con amor. Es una decisión personal de ver más allá de la ofensa; es un “proceso, ya que toma tiempo y va surgiendo poco a poco; es una “actitud” que elige mirar al otro sin juzgarlo; y por último, es una “forma de vida” que hace que la persona viva más feliz.
Seguramente estarás pensando que no es fácil hacerlo. Comparto hoy contigo algunos pasos para lograrlo:
1. Facilitar el perdón
Reconocer cuando uno ha sido herido o cuando uno mismo ha herido al otro. Negar o desatender la situación sólo retrasa y complica el proceso del perdón, muchas veces conduciendo al resentimiento.
Hay que aceptar y reconocer cuando uno se siente herido, para después analizar si hubo una ofensa y entonces comenzar a perdonar. Por otro lado, reconocer cuando uno mismo es el que ha herido al otro, disponerse a pedirle perdón es una expresión de amor y de honestidad.
2. Analizar con objetividad
Identificar si hubo o no una injusticia. Juzgar los hechos en lugar de juzgar a la persona.
Además de valorar si hubo ofensa, también hay que reconocer su justo valor, sin exagerar o minimizar. Ver si se hizo conscientemente o no, su gravedad, etc.
Distinguir entre enojo y causa del enojo. Se puede sentir enojo ante una situación; sin embargo, no necesariamente el otro es responsable de ello.
Distinguir entre los actos y la persona. Recordar que una persona puede realizar un acto malo; sin embargo, eso no hace que la persona sea mala.
3. Poner los medios para perdonar
Tener iniciativa: al ser el perdón una decisión personal, debemos deshacernos de aquello que nos provoca sufrimiento o infelicidad.
Buscar el lugar y momento adecuado: sin estas condiciones, difícilmente puede lograrse.
Escuchar y aclarar dudas: durante el diálogo es importante conocer la postura y la situación de la otra persona. Dale el beneficio de la duda al otro, busca aclarar el problema sin juzgar.
Olvidar: no quiere decir que no estará jamás en tu memoria, sino que ya no utilizarás el hecho en futuras ocasiones, El perdón cierra una etapa para abrir otra a una mayor madurez en la relación.
Dar sentido: aun y cuando se perdone, los sentimientos de la ofensa pueden perdurar y perdurar interiormente. Tomará tiempo dominar los sentimientos y sanar el corazón. Pero definitivamente el perdón es el primer paso.
¿Cuáles son los beneficios que obtienes al perdonar?
En primer lugar es un “regalo” que te das a ti mismo. Al perdonar, obtendrás beneficios tanto para tu salud física, como para tu paz y crecimiento interior.
Al perdonar nos “liberamos” de la situación que nos tiene atados al pasado y a la persona que nos ofendió.
Dejamos de somatizar nuestros sentimientos y la ansiedad, angustia y cansancio empiezan a disminuir y llegan a desaparecer. Nuestra agresión e intolerancia disminuyen y comenzamos a gozar de relaciones más armoniosas con nosotros y con los demás.
Y más importante, nos abrimos al amor tanto de Dios como de los demás.
Para perdonar basta contigo mismo, incluso ¡puedes perdonar a una persona que ya murió o que no has visto en años!.
¡El perdón vale la pena! Date el mejor regalo estas vacaciones: perdónate a ti mismo y a quien te ha ofendido.
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