En ocasión anterior mencionamos a Lorenzo Servitje y a Carlos Abascal como lumbreras que alumbran nuestro presente lleno de confusión, señalándonos que sí es posible ser congruente y que siguiendo los principios de la cultura de la vida y del amor podemos salir definitivamente de la actual y tremenda crisis socio-política en la que nos encontramos, y de todas las demás, inclusive la tan grave del medio ambiente.
En repetidas veces he mencionado a Ángela Merkel, Canciller reelecta de Alemania, y ya antes nos referimos a Tony Blair, ex Primer Ministro de Inglaterra convertido a la Iglesia Católica estando en funciones. No son la mayoría, pero sí resplandecen con mucha más fuerza sobre todos los demás.
Pero no son sólo los contemporáneos los que nos pueden dar luz para seguir adelante, sino también figuras del pasado que se hacen presentes en alguna forma nos pueden animar a no aflojar en la lucha por el Reino de Dios y el Bien común, para que nos vaya mejor a todos y que cesen las guerras y los odios, se supere la pobreza y el hambre y especialmente podamos vencer en la lucha por el medio ambiente, tan gravemente amenazado y para lo cual no llegan a ponerse de acuerdo, a superar la cultura de la muerte, basada en la ambición, la soberbia y la corrupción, que tanto daño está causando a la humanidad en todos estos aspectos.
En este caso me refiero concretamente a la personalidad extraordinaria de Fray Sebastián de Aparicio, cuya causa de canonización estuvo a punto de culminar el año pasado. Pedimos al Santo Padre Francisco que terminaran su proceso según se había concluido el de San Fray Junípero Serra. Pero a pesar de que se lo pedimos al Episcopado, que era necesario que lo hiciera, no lo pidió oficialmente a Roma. Se argumentó que Fray Sebastián no era tan importante como Fray Junípero, entre otras cosas, y que por lo tanto debería seguirse por el proceso normal. Sólo desconociendo su maravillosa vida se puede afirmar eso.
Fray Sebastián de Aparicio es un caso al que no se le ha puesto la atención debida, por lo que no se han dado cuenta del Santaso de que se trata. No hay un sólo santo en toda la historia que haya influido en tantos campos de actividad como él. Su canonización en el momento como el monumento con el que lo celebraríamos, haría que la atención de la gente, no sólo de México, sino de toda la Hispanidad y de todo el mundo, se centrara en la maravillosa trayectoria de su vida, desde que empezó en España, la Gudiña, donde una loba lo salvó de una muerte segura.
Fue un hombre de campo exitoso, seguramente tuvo contacto con los caballos salvajes que existen en su tierra hasta nuestros días, lo que le sirvió para convertirse más tarde en precursor de la Charrería en sus haciendas de Escárcega y Careaga, cerca de Azcapotzalco, donde todavía a sus 60 años domaba potros brutos. Renunciando a la vida tranquila que hubiera llevado en Galicia, se lanzó a la aventura en el Nuevo Mundo, llegando a Puebla, donde estuvo activo un año, enseñándoles a los indios una nueva forma de cultivo, revolucionando la agricultura en América, cambiando la tradicional “coa” por el arado, introduciendo el huso de la Rueda para el transporte al Continente, lo que les valió a los “tamemes” no seguir de animales de carga como hasta el momento.
De ahí se lanzó a la construcción de la carretera de Veracruz a México, pasando por Puebla, y constituyó la primera empresa de transporte, la que a continuación amplió hasta Zacatecas, abriendo la comunicación con el Norte y consecuentemente facilitando su evangelización, lo que sirvió para que más adelante Fray Junípero Serra, también Franciscano, el Padre Kino S.J., y otros extraordinarios misioneros, pudieran llevar a cabo su labor.
Siendo inmensamente rico, renunció a todos sus bienes y comodidades, dando todo a los pobres y a obras de caridad, pidiendo su admisión a la Orden de San Francisco en la Puebla de los Ángeles, donde sirvió de hermano lego reuniendo limosnas, donaciones y leña para el mantenimiento del convento, estando activo hasta los 98 años de edad, a la que murió en olor a santidad.
Su cuerpo fue exhumado en dos ocasiones, encontrándolo incorrupto. Actualmente lo podemos venerar en su Urna en la Capilla dedicada a él, donde se pueden admirar muchas pinturas que representan milagros realizados por él en vida. Aun actualmente sigue realizando favores a quienes acuden a él, de eso son testigos los más de 800 gruesos volúmenes de peticiones y de gracias por el favor obtenido que se guardan en el archivo del convento.
Fray Sebastián de Aparicio es un santo universal al que pueden considerar patrono los migrantes, los empresarios, los constructores, los camineros, los transportistas, taxistas, conductores en general, los charros, hombres de a caballo (Gauchos, Huasos, Llaneros, Vaqueros, Cosacos, Magiares, Jinetes en general) y hombres de campo, los pordioseros (habiendo sido muy rico se dedicó a pedir limosna) y los educadores, porque él con su vida y ejemplo educó a toda la nación.
¡Pídanlo! Levantemos todos nuestra voz ante el Episcopado pidiéndole que solicite al Papa Francisco empleé el mismo procedimiento seguido con Fray Junípero Serra con Fray Sebastián de Aparicio, lo que se justifica de sobra. El impacto a nivel nacional y en el mundo que habrá a favor de la cultura de la vida y del amor será rotundo. Pidámoslo todos en forma insistente, puesto que el mundo confundido requiere una luz en esta oscuridad.
Siendo hoy el Día Mundial del Bosque, estoy seguro que lograremos más para nuestros Bosques, el Medio Ambiente y todos los demás problemas, consiguiendo que se declare oficialmente santo a Fray Sebastián de Aparicio, que esperando que las autoridades del mundo lleguen a un acuerdo.
“Donde hay Bosque hay Agua y Aire puro; donde hay Agua y Aire puro hay Vida”.
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