Se veía venir la aprehensión de Javier Duarte. No se requería ser adivino para prever que Enrique Peña Nieto haría aparecer a alguno de sus cómplices ex gobernadores priistas, a quienes permitió fugarse sin entregar el poder, para que no les restregaran en sus narices sus rapiñas colosales.
Pero hacía falta la captura espectacular de uno de ellos, supuestamente para apuntalar al PRI en las elecciones de junio, sobre todo en el Estado de México, que Peña Nieto no quiere perder por ningún motivo, pues si ocurre, su partido no podrá conservar la Presidencia en 2018 y él se verá en serios aprietos por la corrupción, impunidad e incapacidad que destila su sexenio.
No es mera casualidad que hayan dado con la madriguera de Duarte-I (recuérdese a César Duarte-II, el de Chihuahua, también fugado por idénticos motivos), porque su familia tomó un vuelo privado rumbo a Guatemala; eso pudieron hacerlo desde antes; pero esperaron a que sirviera para intentar ayudar a Alfredo del Mazo, que, con todo y las encuestas diarias que paga y en las que puntea, él y su primo el Presidente saben que la tienen muy dura y posiblemente pierdan el 4 de junio.
El gobierno nos trata como si fuéramos zombies: no entiende que ya no creemos sus patrañas, y que hace tiempo debió haber aprehendido a Javier Duarte.
Como en el caso de Tomás Yarrington, si hasta julio pasado el gobierno de Tamaulipas le estuvo pagando 8 escoltas (uno de $22 mil pesos mensuales, los demás de $19 mil), bastaba con que se checara en dónde retiraban esos fondos, para dar con el ex gobernador, de quien –dicho en honor a la verdad– el gobierno no parecía tener interés en detenerlo; pero la policía italiana sí.
Desde luego, ambos casos trata de aprovecharlos electoralmente el PRI para subrayar su lucha dizque contra la corrupción. Y el primero en asomar la cabeza con esa cantaleta fue su presunto líder Enrique Ochoa Reza, tan cínico, que ni siquiera se cubre las espaldas y ya lo exhibieron con los permisos chuecos que sacó en Monterrey para poner a trabajar una flotilla de 25 taxis, con documentos falsos para hacerse aparecer como residente en aquella ciudad, pues vive en la Ciudad de México.
Al menos debían advertirle que se cuide de hacer esos numeritos para que alguien pueda creerle su cruzada anticorrupción.
Lo de Javier Duarte lo calcularon bien: la noticia estalló al terminar la Semana Santa, cuando no había información importante y la gente anda de muy buen ánimo por el descanso; pero no me atrevería a afirmar que favorecerá al PRI, porque también le recuerda a la gente que Duarte y Yarrington son sólo dos de tantos ex gobernadores o políticos pillos que ha prohijado el tricolor.
Además, mucha gente ya no le cree al gobierno ni el bendito.
¿De qué le sirvió, por ejemplo, a Peña Nieto la visita del Papa Francisco, que varios de sus funcionarios resaltaron que resultó perfecta porque se la organizaron y lo trataron muy bien?
En realidad, no le trajo dividendos políticos, lo más que logró fue que no se tocara el caso Ayotizinapa, que estaba en todo su apogeo, porque el gobierno lo dejó crecer, Gobernación lo desatendió y se protegió al gobernador guerrerense Ángel Aguirre Rivero, que presume de amigo de Peña Nieto y estuvo en el ajo en la imposición de José Luis Abarca como alcalde de Iguala, como Andrés Manuel López Obrador, a quien Antonio Tizapa le dio una mayúscula exhibida en su reciente viaje a Nueva York, cuando el Peje no tuvo menos que gritarle “Cállate, provocador”…, pregúntale al presidente y al Ejército”.
Y es que el señor Tizapa es el padre de uno de los 42 normalistas sacrificados, y exhibió una foto del Peje con Abarca, cuando le dio su espaldarazo para ser candidato a alcalde, movido por su amigo Lázaro Mazón.
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