A la espera de que se vaya clarificando lo sucedido en Manchester, la presencia de la violencia terrorista en las capitales europeas, supuestamente seguras, es un síntoma de un estado de permanente amenaza en el que está inmerso el mundo globalizado.
Ningún país puede decir que no es objeto de un previsible atentado. El terrorismo es una forma moderna de violencia que, en el caso de los fanáticos yihadistas, instrumentaliza hasta lo más sagrado, el nombre de Dios y su causa.
Sembrar el terror es la estrategia de quienes desprecian la dignidad de la persona y quieren demoler las bases de la civilización.
Los esfuerzos coordinados de inteligencia y seguridad son imprescindibles, pero hace falta una tarea más de fondo: el terrorismo se combate también favoreciendo que Europa recupere sus raíces y su identidad más profunda.
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