En el tormentoso año de 1968, Adolfo Christlieb dejaba la presidencia del Partido Acción Nacional, decepcionado y abatido por problemas de salud. Su decepción provenía de que él, durante su gestión, de manera abierta y honesta, había promovido un diálogo respetuoso con el gobierno, para convertir al PAN en una oposición responsable que aportara con hechos concretos en la conducción del país. Sin embargo, el burdo fraude en las recientes elecciones de Baja California, donde los candidatos del PAN habían obtenido claros triunfos que no les fueron reconocidos, le mostraron el error de haber confiado en el PRI-gobierno, lo que, incluso, deterioró aún más su salud. En 1967, al PAN se le había reconocido el triunfo en la alcaldía de Mérida con Víctor Correa Rachó como candidato, y eso hizo abrigar esperanzas de que podía venir un cambio en la actitud del gobierno, en cuanto al respeto del voto. Pero la reacción hostil del gobierno estatal y federal contra el gobierno panista en Mérida, especialmente a partir de 1969, cuando Correa anunció su intención de ser candidato a gobernador, le confirmó a Christlieb que esa esperanza de cambio había sido en vano, falleciendo poco tiempo después.
Hago esta remembranza porque, a lo largo de su historia, en el PAN siempre ha flotado en el ambiente esa pregunta: ¿Hasta dónde se puede confiar en los gobiernos priístas y en qué medida es conveniente hacerlo? En estos momentos, esa pregunta ha vuelto a ser pertinente. El presidente de este partido, Ricardo Anaya, denuncia que el gobierno ha emprendido una “guerra sucia” en su contra con miras a las elecciones de 2018. Argumenta que el motivo de esto es la negativa del PAN a permitir que el actual Procurador General de la República se convierta en Fiscal General de la Nación por 9 años. Pero si hacemos memoria, el PAN aprobó el artículo transitorio donde dice que quien sea el procurador al final de este gobierno, se convertirá en el Fiscal autónomo por 9 años más. Era entendible que la entonces procuradora Areli Gómez no permanecería hasta el final de su gestión y que, en consenso con la oposición, se sustituiría a ésta, precisamente en el periodo de sesiones previo al inicio del proceso electoral de fin de sexenio.
No obstante, repentinamente, el presidente Peña Nieto destituyó a Areli Gómez y propuso a un priísta y hombre de sus confianzas como procurador. Mas, tal designación tenía que ser aprobada por el senado y, lo verdaderamente sorpresivo, fue que el PAN aprobó ese nombramiento. ¿Qué negociaciones, promesas o acuerdos se dieron para que el PAN aprobara ese procurador, sabiendo el riesgo que implicaba de que pudiera convertirse en el Fiscal de la Nación? O ¿A cambio de qué? No lo sabemos, pero el hecho es que esas promesas o acuerdos, cualesquiera que hayan sido, ya se rompieron.
Ricardo Anaya habla en el tono de quien fue traicionado. De cualquier forma, es bueno que se haya dado esa ruptura porque es la única manera en la que el PAN puede mostrarse como verdadera oposición. Sin embargo, lamentablemente, la estrategia que ha diseñado la dirigencia panista para enfrentar a la nomenklatura priísta es la equivocada. El mismo Anaya ha dicho que el gobierno quiere repetir en la elección presidencial lo que hizo en el Estado de México, aunque él mismo está ayudando a que así sea. En la elección mexiquense el PRI perfiló un candidato con una agenda y una actitud más confiable y definida hacia los grupos de centro derecha y clases medias conservadoras, que el PAN. Es decir, en buena parte le ganó a su electorado tradicional, pues otros de ellos prefirieron a MORENA con tal de evitar al PRI. Pero el PAN no pintó. Y no lo hizo, en gran medida, por las filtraciones –guerra sucia—que hizo el gobierno contra la candidata panista, Josefina Vázquez Mota, para mermar su imagen. Es decir, primero noqueó al PAN para que el duelo final del voto útil se diera con MORENA. Es lo que está haciendo ahora golpeando a Anaya y lo hará con los otros panistas presidenciables en su momento. No obstante, el PAN está ayudando a que se apoderé de su electorado tradicional de centro derecha y de grupos con posturas conservadoras, al aliarse con la izquierda. El PRI está dispuesto hasta elegir un candidato no priísta, con tal de absorber a ese electorado y el PAN se lo facilita uniéndose con los grupos “progre”.
Además, al aliarse con el PRD, evita la división del voto de la izquierda que podría perjudicar a MORENA, de la forma en que le sucedió en el Estado de México. Una agenda conservadora es redituable electoralmente, como aquí lo he expuesto ( http://www.yoinfluyo.com/tu-voz/20540-inicia-un-ciclo-conservador ), y Acción Nacional se la está dejando al PRI. La dirigencia panista, o sus estrategas, están leyendo mal las posiciones en el campo de batalla. Creen que el PAN, aliado con la izquierda, puede convertirse en esa tercera opción que buscan los que están hartos del PRI, aunque también le temen a MORENA. Pero resulta que esa incertidumbre sólo afecta a las élites, al círculo rojo, no está en gran parte de la clase media, ni en las clases populares. Con ese Frente Opositor el PAN está colaborando a su aislamiento y a que la estrategia del PRI de noquearlo primero para que el “tiro final” sea con MORENA, tenga éxito, peleándose a su electorado.
Ojalá y la dirigencia del Partido Acción Nacional reflexione. Los pocos puntos que le puede aportar el PRD o los grupos “progresistas” con los que se pueda unir, no valen lo que puede perder con sus electores y simpatizantes tradicionales. Y si lo que quiere, de llegar a la presidencia de la República, es una fuerte presencia en el Congreso, esa la podrá lograr mejor con un gobierno de coalición, construido después de la victoria.
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