Por fin, el maestro Agustín Alanís Fuentes, infatigable, descansa en paz.
Desde muy joven, profesor de la Escuela Nacional Preparatoria, luego, hasta su muerte, catedrático de la Facultad de Derecho de la UNAM. Impartía la cátedra de derecho del trabajo, fue la oportunidad que tuve de estar cerca del maestro. Siempre amante del estudio mirando hacia los nuevos temas.
Se felicitaba de la oportunidad que le daba la vida de hablar con los jóvenes. Veía con preocupación el panorama actual de la nación. La solución de los grandes problemas, el económico, el del narcotráfico y el de la violencia, decía el maestro, tienen que verse como una sola dolencia de la nación.
Un pueblo con hambre es un pueblo inconforme; a esa inconformidad solamente se le puede hacer frente con trabajo y salarios decorosos. El trabajo y el salario dan dignidad a los hombres y a las mujeres que viven de su trabajo; pensar de otra manera y hacer otras cosas es andar por el camino del error.
El trabajo bien remunerado dará solución al narcotráfico y a la violencia; de esta manera los traficantes de las drogas no tendrán sustento en las necesidades de la población. Y los maestros que están con su labor cerca de los hogares, cerca de las familias, con su inteligencia y con su ejemplo estarán con la juventud haciendo frente a estos problemas que están azotando a la patria.
Estas eran cuestiones que abordaba el maestro cuando este servidor esperaba con él la hora de pasar a las aulas a impartir la clase. Tenía puntualidad de reloj. Sus cátedras llenas de sabiduría las escuchaba en el espacio que en la Facultad de Derecho se le llama “Sala de maestros”. Lo oía con atención y con interés, porque hablaba a mi reflexión. Sus palabras para mí eran un estímulo y un norte en el camino, a veces tan cargado de sombras.
En el tema laboral siempre ponía el dedo en la necesidad de que los nuevos planteamientos laborales se hicieran sin dar la espalda a la historia. Los trabajadores tienen que contar siempre que se discutan sus necesidades y cuando se trate de encontrar soluciones a sus problemas. Hablaba con vehemencia cuando señalaba que no era capricho de la razón en las cosas del trabajo la participación concurrente de los trabajadores, los patrones y el gobierno.
A la muerte Alanís Fuentes se prendió un nuevo lucero en el firmamento.
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