El proyecto de la L7 del Metrobús, al igual que los de otras líneas, están hechos sobre las rodillas; no responden a un plan integral ni a una visión metropolitana de origen-destino, sino más bien a intereses poco transparentes, coyunturas y negocios muy jugosos.
Empleando sólo el sentido común y un poco de observación, consideramos que el carril por el que circularán los nuevos autobuses de la L7 no necesitaba una nueva pavimentación de concreto hidráulico. Esto significa que de los mil 550 millones de pesos aprobados para el proyecto, gran parte se están tirando a la basura por tres razones en particular:
1) De acuerdo a la información que se ha hecho pública, los 90 autobuses que se adquirieron de la empresa inglesa Alexander Dennis por 800 millones de pesos, son de doble piso, similares en dimensiones y peso a los turibuses. Es obvio que los turibuses circulan por todo tipo de vialidades en la Ciudad sin necesidad de un carril especial.
2) En 2006, durante la administración de López Obrador, el pavimento de Paseo de la Reforma se cambió por concreto hidráulico, según se informó entonces, con resistencia para soportar todo tipo de autobuses; absurdamente, ya en la administración de Mancera, en 2015, se decidió colocar una capa de asfalto encima del concreto hidráulico. Una de dos, o López Obrador hizo fraude con una pavimentación de concreto de mala calidad o Mancera hizo negocio con el reciente recubrimiento de asfalto.
3) En Londres, al igual que en ciudades de todo el mundo, podemos observar que los autobuses de transporte público de doble piso, articulados y bi-articulados, circulan por carriles confinados y por avenidas y calles normales sin la necesidad de una pavimentación especial.
Es verdad que en la mayoría de los casos las vialidades son de concreto hidráulico, pero hay infinidad de calles pavimentadas con asfalto donde estos vehículos circulan sin problema.
En Ciudad Posible hemos insistido —y lo seguiremos haciendo— en la necesidad de contar con un plan integral de movilidad en la capital, con visión metropolitana y de largo plazo.
Este plan, debe contar, en primer lugar, con un sistema troncal basado en el Metro, trenes ligeros y trenes suburbanos.
Los más de 20 millones de viajes-persona-día que se llevan a cabo en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) no se pueden atender si no contamos con transportes eléctricos de alta capacidad y eficientes.
El Metrobús corresponde a un transporte de capacidad intermedia que nunca podrá competir con el Metro, en todo caso resulta un buen transporte alimentador y es una inversión de menor costo para resolver problemas a corto plazo. Los gobiernos de la CDMX y del Estado de México han abandonado las inversiones en Metro, tanto en la realización de proyectos para nuevas líneas como en su mantenimiento. El Sistema Colectivo Metro se está cayendo a pedazos y las autoridades no hacen nada para mejorarlo.
Hay más de 100 trenes fuera de operación por falta de mantenimiento y esto provoca saturación en los andenes por la baja frecuencia de paso. Esta situación es criminal y no debemos tolerarla.
En el Edomex la situación es mucho peor. El gobierno de Eruviel Ávila no invirtió en toda su administración un sólo centavo en transporte público. Todo está gobernado por una mafia corrupta de permisionarios que ofrecen el servicio concesionado en vehículos tipo van, de baja capacidad e inseguros, y en autobuses destartalados que, además, cobran tarifas mucho más altas que en la CDMX.
No existe una política metropolitana de movilidad, ni coordinación metropolitana, ni comunicación, cada entidad hace lo que le viene en gana en detrimento del bienestar y la seguridad de millones de personas. En el caso de la nueva L7, por ejemplo, no se atiende el intercambio que hay con varias rutas que van hacia el Edomex en la zona de Chapultepec sobre Paseo de la Reforma.
Hace años se creó la Comisión Metropolitana de Transporte y Vialidad (Cometravi), misma que empezó bien, con recursos y personal técnico; como muchas otras instituciones, se fue abandonando hasta desaparecer. Hoy, en cuestión de transporte público y movilidad, estamos mucho peor que en la década de los 80. Se requieren cambios radicales en las políticas públicas y los acuerdos necesarios para hacerlo con visión metropolitana.
Estamos a favor de la sustitución de microbuses y autobuses en mal estado por vehículos modernos y seguros; que haya paradas fijas en espacios determinados y que todo el transporte público sea un servicio digno para los usuarios. No obstante, rechazamos categóricamente la falta de visión integral, la incompetencia y la corrupción de las autoridades.
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