“El partido que en la práctica muestra que no confía en las propias ideas ni respeta su propia historia, acaba por darle la razón y el poder a las ideas ajenas, para mentirse a sí mismo y engañar al elector”: Carlos Castillo Peraza
La imagen de Ricardo Anaya, enfundado en un chaleco amarillo del PRD, en la que prácticamente es ungido como candidato de ese partido, debe llevar como pie de foto la impecable frase de Castillo Peraza.
Ver al candidato panista uniformado de perredista les hubiera causado asco, escozor y repugnancia a muchos hace poco tiempo. Ahora es parte de la normalidad. Los brincos de un partido a otro, la absoluta falta de banderas y definición por parte de los partidos ha llegado a un límite que nadie imaginaba hace unos meses. El cambio de camiseta, el intercambio de principios y la nada como oferta de la conducta política, se ha convertido en la norma y pocas personas representan ese vacío ideológico como Ricardo Anaya.
Las alianzas, los frentes o como se les quiera llamar están hechos de coincidencias y puntos en común. Por lo mismo, uno se pregunta qué vieron Anaya y Creel (artífice del nefando Frente) en el PRD que los hiciera semejantes. Aunque, si uno lo piensa, hay varias cosas que ya comparten estos partidos y no tendría que resultarnos tan novedosa la coalición. En efecto, el proceso en el que está inserto el panismo para ser un partido corrupto lo iguala al PRD; lo impresentable de algunos de sus gobernantes, también; la grotesca ambición y la habilidad para la traición de sus dirigentes los iguala; la falta de rumbo, la incapacidad para situarse en un campo concreto de la política es algo que comparten; la sed por ‘moches’ y puestos los hermana. Pero, aun así, el PAN tenía todo para competir solito. El PRD ha sobrevivido por la obsesión creelesca de las grandes alianzas y grandes acuerdos, que normalmente bajo su guía han sido grandes fracasos. Era un partido que ya vivía en el panteón hasta que llegó la directiva panista a rescatarlos. Le dieron al PRD decenas de distritos, varios de ellos históricamente ganados por el PAN y han levantado un muerto acostumbrado a la mala vida. No tardará en picar a quién lo salvó. Es la naturaleza perredista: cambiar de bando.
No deja de dar cierta tristeza a quienes estuvimos en ese partido (renuncié al PAN hace varios años) ver la degradación electoral en la que está sumido. Claro, también producto de su degradación moral, su falta de agallas para arreglarse a sí mismo y dejar que la nave se hundiera, a cambio de unos cuántos pesos y cargos para todos (subrayo que la degradación no es culpa del actual candidato a la presidencia, aunque es su más reciente exponente).
La foto de Ricardo Anaya no deja lugar a dudas: es el candidato del PRD y tras esas letras está la historia de Bejarano, de Aguirre, de los Abarca y, ahora, la de Ricardo Anaya, candidato perredista a la presidencia, que porta su chaleco amarillo y negro, y cargará con esos fardos.
Una vez consumada la transferencia total del panismo al perredismo, veremos cómo transitan algunos del panismo a Morena o hasta al PRI y, ¿por qué no?, si el presidente del PAN puso el ejemplo.
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