Ha comenzado la feria de las encuestas. ¿Cuál le gusta más? ¿Qué porcentaje de diferencia le parece atractivo? ¿Quién en primero y quién en tercero? ¿Quiere una competencia abierta o cerrada? Todo esto, y más, circulará en las semanas y meses por venir. De algunos años a la fecha las encuestas se han vuelto parte de la rispidez del ambiente electoral. La publicación periódica de estos instrumentos ponen los pelos de punta en las campañas. Aparecer en primer sitio no tiene problema, aunque, claro, siempre hay que cuestionar que no se tengan más puntos de diferencia; si se aparece en segundo hay que decir que está empatado con el primero, y si se es el tercero, decir que hay empate técnico entre tres.
A los encuestadores les molesta mucho que los partidos critiquen sus encuestas cuando no les favorecen. Y a los partidos les molesta mucho que los encuestadores tengan encuestas que no les favorezcan. Como es casi imposible que eso pueda conciliarse, lo que queda es el pleito generalizado, y como los partidos ya están muy desprestigiados, solamente queda bajar a encuestas y encuestadores a su nivel. Hace unos años se hablaba de las encuestas, ahora directamente de los encuestadores. Casi todos les hacen encuestas a los partidos, son parte de su mercado natural. Al ser pocas las casas encuestadoras y pocos los partidos, pues todos se conocen. El resultado no ha sido bueno para nadie, pues a los encuestadores les cuesta prestigio, a los partidos sinsabores y las encuestas quedan por los suelos.
Al parecer, nadie se va a bajar de su burro. Al revés. Se hacen y difunden encuestas de todo tipo: patitos, patotes, telefónicas, domiciliarias, nacionales, con muestra de 300 casos, de mil 200 o de 5 mil; ahora sacaron un oráculo con modelos numéricos para atinarle al resultado final y con el cual querrán confrontar a los candidatos con lo que dice “oraculus” (el nombre es en latín, como para darle un toque de sabiduría incuestionable). La cosa es que ya están todos montados en el ratón loco de a ver quién “le atina” o quién “lo dijo primero”.
Del otro lado, AMLO, el hombre de la famosa frase de “yo tengo otros datos”, ahora anda feliz como puntero en las encuestas. Hace unos meses decía que eran cuchareadas, que las mandaba hacer la mafia del poder, y ahora, que las encuestas lo ponen de puntero y la mafia del poder está con él, todo le parece muy bien, salvo que no lo pongan con el 90% de los votos. López Obrador se la vive tenso con las encuestas, todavía nos debe una del 2006 en la que, según él, salía diez puntos arriba.
Ricardo Anaya dice que tiene quién sabe cuántas encuestas en las que dice que va ganando. La única que sabemos que sí tiene, lo pone en segundo lugar. En todas las que se publican sale en segundo lugar, a veces empatado, a veces ligeramente despegado del tercer lugar, pero nunca ha estado en posición competitiva por el primero. Es de todos sabido que para Anaya, El Universal es un periódico vendido al gobierno y que publica información falsa. Tan es así que él lo demandó y hasta lanzó miles de spots anunciando su demanda contra ese medio de comunicación. Ahora Anaya presume…¡¡¡la encuesta de El Universal!!!!
En el PRI les gustaría que no se publicaran encuestas hasta después de las elecciones, pero como eso no va a suceder, lo más seguro es que tengan que entrar a la guerra de las encuestas como sus adversarios.
Cierto que esto todavía no comienza y que todo está en veremos; cierto, que en las campañas pasa de todo y hay muchas volteretas, pero también es cierto que no queda mucho tiempo. Por lo pronto, las encuestas y los pronósticos ya están en el terreno de juego y los partidos los agarrarán de pelota.
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