Hace dos meses, Ismail consiguió escapar de la ciudad iraquí de Mosul con su madre Jandark Behnam Mansour Nassi (55), después de haber sobrevivido durante más de dos años bajo el terror del Estado Islámico. Actualmente, Ismail y Jandark viven en Erbil, en la región autónoma kurda de Irak. Nos relatan su historia, echando la vista atrás al tiempo pasado en el «Estado Islámico».
«Mi madre y yo vivíamos en Bartella, uno de los pueblos cristianos de la llanura de Nínive», dice Ismail. «Una mañana de agosto, al despertarnos nos encontramos con que el EI había tomado la ciudad. Intentamos salir de la ciudad, pero los yihadistas nos secuestraron; nos capturaron y llevaron a Mosul».
«Tenía mucho miedo -dice su madre, Jandark, viuda-. Tenían escritos nuestros nombres y no teníamos ni idea dónde estábamos ni lo que iba a suceder con nosotros. Estábamos completamente apartados del resto del mundo. Poco después nos permitieron volver a Bartella; pero en un punto de control nos dijeron que teníamos que convertirnos al Islam. Al negarnos a hacerlo, nos pegaron. A mi hijo le llevaron a la cárcel; tenía entonces tan solo catorce años».
«Me llevaron a la cárcel de Bartella -lo corrobora Ismail-. Un día, un chiita fue asesinado directamente enfrente de mí. Los terroristas me dijeron: “si no quieres convertirte al Islam, te pegaremos un tiro también a ti”. Entonces fue cuando me convertí al Islam; desde entonces ocultamos que éramos cristianos».
Ismail fue liberado de la cárcel y, con su madre, llevado de un lugar a otro: de Bartella a varios barrios de Mosul; y después al pequeño pueblo de Bazwaya, situado a tan solo unos pasos de Mosul.
«Nos dieron un documento del EI que decía que éramos musulmanes -continúa Ismail-. De ese modo podría salir a la calle en Mosul; pero en la calle uno no podía estar seguro de sobrevivir. En una ocasión me golpearon porque llevaba los pantalones demasiado largos».
«Una vez, cuando me dirigía a la mezquita con los yihadistas, temprano por la mañana, nos encontramos con el camino bloqueado. De repente pasaron a nuestro lado hombres vestidos con un traje naranja, dirigidos a punta de pistola por un grupo de niños del IE. Los niños los ejecutaron con placer».
«En otra ocasión me topé con una gran multitud en la calle. Estaban alrededor de una mujer, atada de pies y manos. Los terroristas del EI trazaron un círculo alrededor de ella. Si conseguía salir del círculo, la dejarían vivir; pero era imposible porque estaba atada. Mientras que sus familiares lloraban y suplicaban que la perdonaran, los yihadistas arrojaron piedras sobre ella hasta que murió».
«El EI me llevó a un campo correccional; allí tuve que dejarme crecer el cabello y la barba. A mi madre le dieron un largo vestido negro; pero no le estaba permitido salir a la calle. Los guerreros del EI quisieron que me casara; así podría ser uno de ellos. Repuse que era demasiado joven, que solo tenía quince años. Eso no les impresionó porque incluso niños de trece años estaban casados. Los terroristas me pidieron que me uniera a ellos. Estaban convencidos de que su Estado sobreviviría a todo».”
«En el EI, obligaron a mi hijo a practicar el Islam, y yo fui torturada por no conocer nada del Islam y del Corán», dice su madre, Jandark. «Sí; estoy avergonzado por haber tenido que profesar el Islam», afirma Ismail.
«Los guerreros del EI me obligaron a rezar -dice Ismail-. Me dieron una alfombra de oración sobre la que debía dirigirme a Alá. Los hombres están obligados a rezar en la mezquita los viernes. Quien se atreve a andar por las calles durante la oración del viernes puede ser golpeado. En la mezquita nos decían que los asirios son malos y que los cristianos no tienen la fe verdadera. Mi madre debía rezar en casa, pero no rezó a Alá».
«Entonces, los guerreros del EI descubrieron mi cadena con una cruz, señal de que soy cristiano. Los yihadistas me golpearon y me hicieron estudiar el Corán durante un mes. Me daban golpes cuando no sabía responder a sus preguntas del modo en que esperaban de mí; a mi madre la pinchaban con unas agujas largas porque no había estudiado nada del Corán».
«Un día oímos que Qaraqosh, otro pueblo cristiano de la llanura de Nínive ocupado por el ISIS, había sido liberado y que las tropas de liberación habían expulsado a los yihadistas de Bartella. Poco después comenzaron los ataques aéreos a Mosul, y muchas personas huyeron. También el EI huyó y, con las prisas, dejaron varias armas. Sin embargo se llevaron consigo a varias personas en su camino a través de Mosul; entre ellos estábamos también mi madre y yo. Durante tres días estuvimos bajo el control de un yihadista».
«Cuando los terroristas estuvieron demasiado ocupados con la batalla, nos abandonaron. De nuevo oímos que el ejército estaba avanzando. Tomamos un taxi hacia el frente, hacia la libertad; pero los yihadistas bloquearon el camino. Más tarde volvimos a intentar escapar. Así terminamos en el frente: francotiradores del EI intentaban hacer fuego sobre nosotros. Corrimos a refugiarnos en una casa. Después de varias horas de lucha, mi madre y yo pudimos salir de la casa, portando una bandera blanca. Soldados del ejército de liberación iraquí nos dieron la bienvenida. ¡Éramos libres!».
Ayuda a la Iglesia Necesitada ha apoyado a los refugiados cristianos en Erbil y Bagdad con más de 23 millones de euros desde que comenzó la crisis en agosto de 2014. Entre los proyectos más importantes se encuentra el programa de alimentos para familias desplazadas de Mosul y de la llanura de Nínive, del que se benefician hasta 13.000 familias, y el programa de alquiler de viviendas par aproximadamente 1.800 familias cristianas desplazadas en Kurdistán.
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